Raúl Mendoza Cánepa

La soledad de la aldea virtual

La soledad de la aldea virtual
Raúl Mendoza Cánepa
10 de octubre del 2016

Facebook nos confronta con nuestras más insospechadas miserias.

“Quizás le ha pasado alguna vez: conoce a alguien… empieza una relación, todo parece ir bien y de repente... silencio. Sin previo aviso, esa persona deja de contestar sus mensajes… Simplemente desaparece de su vida sin dar ningún tipo de explicación”. Ghosting es “hacerse el fantasma”, pero trasciende la vida romántica y se inserta en la comunicación humana (citado por la redacción de la BBC de Londres del diccionario británico Collins, 2015).

Me toca recibir múltiples mensajes electrónicos y todos los contesto sin examinar rangos o intereses, simplemente porque asumo que la consideración del valor humano nos ubica a todos en el mismo plano. Odio el ghosting. Incluso respondo con gratitud a todos los saludos de cumpleaños por el Face. No he escatimado en responder con detalle. Cuando un extraño asoma y requiere una orientación, me doy el tiempo. Cuando la interacción debe ser real, cara a cara, allí estamos (salvo que sea inconveniente o peligroso).

Sin embargo ¿No le ha pasado que alguien ignora sus mensajes? A veces el correo o el Messenger dan las señas de haber sido “leídos”, pero nunca hay vuelta. No es que les falte el tiempo, tienen la vista corta y el corazón estrecho. Espero no sea este el caso de los ministros y funcionarios de PPK, que recibieron de entre sus mandamientos, dos que son la sustancia de la humildad: ser modestos y recibir a la gente. ¿Los cumplen? ¿Los cumple ustedes? ¿Sabía que en Estados Unidos los representantes se dan un tiempo para responder las cartas de los ciudadanos? Haga la prueba y verá que su estatus de ciudadano vale menos que el tiempo de un ministro para ensayar o delegar una respuesta.

En general, los medios virtuales pueden servir para abrir brechas más que para cerrarlas, también para demostrar cuan pequeños e insignificantes somos para la autoridad e, inclusive y lo que es peor, para otros de nuestro mismo nivel. Ocurre en el Face y más en el correo, donde se ahorran las palabras (OK) y también las respuestas. La nueva aldea global, del tiempo real, sirve para ostentar, para darle valor al comentario ligero aunque exitoso, pero también para postergarnos y ningunearnos.

Por ser un buen corresponsal tengo repulsa por la insana costumbre de “pasarla por alto”, de cerrar la puerta, ignorar, bloquear o devolver silencio por letras. Bloquear es una forma de matar, eliminar es una vía de deshacerte de alguno por arbitrariedad o desgano. Facebook nos recuerda que somos vulnerables y que, en sustancia, la soledad nos habita, como nos habita la prisa vital de un like, el aplauso o el abrazo que la vida real nos niega.

Cuánta carencia afectiva puede haber en quien tantea amistades ignotas (incluso del impertinente que disfraza su asolapada necesidad de afecto con un brutal ejercicio de seducción), cuánta carencia en quien se muestra de cuerpo entero o en quien exhibe su feliz vida familiar o su “sabiduría” de refilón: ser queridos, ser apreciados, ser admirados en un holograma vestido de realidad. Facebook es apenas una vitrina para la exposición de nuestras pulsiones y necesidades, aquellas que ni siquiera nosotros solemos reconocer desde la superficie de nuestras propias conciencias.

Leí un artículo de Esther Vargas en Perú 21 sobre la soledad en los tiempos del Face:

En las redes sociales vives la fantasía de la compañía, del apapacho virtual, de la solidaridad infinita, y un like es como un apretón de manos, o un abrazo y hasta un beso… Sin embargo, no hay mucha diferencia con la realidad. A veces uno duerme con alguien que no acompaña, a veces uno recibe abrazos mecánicos y besos sin pasión. Internet parece una ilusión... Los amores online aterrizan y te vas de cara, o brincas de felicidad, como hubiera pasado si a la chica de tus sueños la encontrabas en el malecón…

Vargas confiesa que Internet la ayudó a sobrevivir a la soledad del mundo real, pero que “fue como un Panadol o un Apronax: cuando el efecto pasa, otra vez el dolor, la angustia, el vacío”.

Facebook es un espejismo o más precisamente la soledad de un espejo que no nos refleja, uno que entraña riesgos porque nos confronta con la conciencia plena de nuestra propia desolación o de nuestras más insospechadas miserias.

 

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
10 de octubre del 2016

NOTICIAS RELACIONADAS >

Museo de historia natural

Columnas

Museo de historia natural

El Perú se ha convertido en un museo de historia natural. La ge...

15 de abril
¡Harto!

Columnas

¡Harto!

Estoy harto de una clase política que, desde el Gobierno y el C...

08 de abril
El Perú es una apuesta

Columnas

El Perú es una apuesta

Es curioso. Salen los suplentes al estadio, le toca a Oliver Sonne y l...

01 de abril

COMENTARIOS