Arturo Valverde

La revolución tecnológica en el espacio-tiempo histórico peruano

La revolución tecnológica en el espacio-tiempo histórico peruano
Arturo Valverde
07 de septiembre del 2017

La tecnología desplaza a quienes no se adaptan a ella

Hace unos días que vi el comercial o propaganda de un banco que dice que sus clientes pueden crear una cuenta de ahorro en tan solo tres minutos. Esto me hizo pensar en la manera en que, por un lado, la tecnología ha venido simplificando y agilizando — en este caso, los trámites financieros—; y por otro lado, la forma en que la tecnología ha desplazado al ser humano en algunas actividades.

Ustedes recordarán la antigua libreta de ahorros que los bancos sellaban cuando se hacía un depósito. Ahora se ha convertido en una tarjeta de plástico que puede guardarse en el bolsillo. La economía 2.0 le llaman algunos, para tratar de explicar la manera en que ha influenciado la tecnología o revolución 4.0 en el campo de la economía.

Un artículo del World Economic Forum titulado “Robots have been taking our jobs for 50 years, so why are we worried?, hablaba acerca de la manera en que se han ido sucediendo las revoluciones tecnológicas en la historia, desde la revolución industrial hasta nuestros días. Sin embargo, debemos tener en cuenta que los efectos de los avances en tecnología no son los mismos para todos los países. No es lo mismo Japón, donde se inventa algo nuevo cada día, que el Perú, con sus emprendimientos familiares.

La tecnología no se produce con la misma intensidad en todos los países. Quienes van primero son países como Japón, Estados Unidos, Alemania, India y otros. ¿En qué lugar nos pone este orden de cosas? Posiblemente en usuarios que con el tiempo dependerá de las tecnologías que produzcan otros países. Pero al mismo tiempo, esos países que producen tecnología podrían requerir de los insumos para crearla de países como el nuestro: el oro, es útil para la medicina tanto como para la composición de los rayos láser. No me extrañaría que, en el futuro, una pistola láser contenga oro proveniente de alguna mina peruana.

La tecnología avanza, y también ha modificado el comportamiento social. Para comprobarlo basta con un ejemplo simple, como los chicos que van a comer con los celulares en la mesa, o el tiempo que se pierde mirando el celular o cargando con este de un lado a otro en la casa, así como la manera en que se establece contacto con una persona de otro lado del mundo.

En el siglo XX, Haya de la Torre decía que en el Perú, el imperialismo era la primera etapa del capitalismo y no la última, como el caso de los países industrializados. Esta idea y sus escritos sobre la aplicación del relativismo en el estudio de la realidad, espacio-tiempo histórico, me hizo pensar si acaso es posible preguntarse: ¿los países que desarrollan menos o poca tecnología podrían volverse dependientes de la tecnología de otros países en la era de la información? ¿Es posible que la revolución tecnológica alcanzada en otros países devenga en una nueva etapa que podríamos llamar “imperialismo del conocimiento”, que en el caso peruano se convertiría en primera etapa? Bajo ese supuesto, habría que preguntarse, ¿qué etapa vive el Perú en su camino al desarrollo?

En el Perú, es cierto que se necesita invertir mucho más en el campo de la tecnología. No cuenta el hecho de que cada vez más peruanos tengan un smartphone en la mano. En el Perú, lo primero que debe darse es una revolución intelectual —no se puede aplicar tecnología sin información o conocimiento—, porque el punto más débil de nuestro país es el bajo nivel de preparación intelectual de sus ciudadanos. Y eso pasa necesariamente por poner a leer al país, lo que luego debe verse reflejado en distintos aspectos sociales, como la reducción de la violencia y pandillaje, hasta el grado de confianza entre los ciudadanos y la mejora de sus instituciones. La única goma que conozco para volver a cohesionar a la sociedad es la lectura. El Perú necesita forjar capital social.

Allá en el desierto de Atacama, así como en la ex ciudad minera de Anhui en China, se construyen paneles solares, lo que permitiría no solo generar energía limpia, con todo lo que significa para el impacto del medio ambiente, sino en términos geopolíticos, para algunos países podría suponer reducir la dependencia del petróleo o gas. De igual forma lo hace Dinamarca, al crear una isla artificial en medio del mar del Norte, para instalar un parque de energía eólica que aproveche los vientos de esa parte del planeta.

Desde los andenes hasta los canales de irrigación en los tiempos preincaicos hasta el sistema de irrigación de Chavimochic y Gallito Ciego, en el Perú tenemos varios ejemplos de tecnología ancestral y moderna, aplicada a nuestra realidad. Como los paneles solares que se usan en algunos centros poblados de Puno. Debemos dar mayor oportunidad al genio peruano y despertarlo con la educación. Estoy convencido de que aquí en Lima, como más allá de 4,500 metros sobre el nivel del mar, tenemos peruanos con coeficientes intelectuales de genios —algunos podrían estar en el Colegio Mayor Presidente del Perú— y que podrían aportar mucho con ideas. De allí también la importancia de apoyar los concursos matemáticos y científicos.

Dicen que no hay que tenerle miedo a la tecnología, que puede ser buena o mala dependiendo del uso que le de la humanidad. Pero también es cierto que la tecnología desplaza a quienes no se adaptan a ella. No perdamos el paso en la historia.

Arturo Valverde

 
Arturo Valverde
07 de septiembre del 2017

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