Tino Santander

La revolución que se viene

La revolución que se viene
Tino Santander
11 de octubre del 2016

Los Juegos Panamericanos y las grandes decisiones políticas

Lima Metropolitana es una ciudad de más de diez millones de habitantes, con grandes desigualdades económicas, sociales y raciales. Dos millones de limeños viven sin agua ni desagüe en los desiertos y los cerros de los conos. Son invisibles para los políticos y tecnócratas que creen que estamos a un paso de ingresar a la OCDE porque tenemos ahora un presidente del business world.

En Lima, sede de los próximos Juegos Panamericanos, existen muchos lugares que no cuentan con servicios básicos hace cincuenta años. Allí escuchan a todos los candidatos que en época electoral prometen siempre lo mismo: agua, hospitales, colegios, seguridad ciudadana, becas, trabajo y otros beneficios en una verdadera feria de ofertas. Los pobladores saben que son engañados, pero siguen luchando aferrados a la esperanza de conseguir algún día sus objetivos.

He caminado por esos pueblos y he visto la inmensidad de la pobreza de su gente, que estremece a cualquier visitante. La vida en esos asentamientos humanos es violenta, el transporte público funciona muy mal, los desagües que se desbordan en las calles contaminan el ambiente, la violencia familiar es cotidiana, la falta de trabajo es clamorosa y la delincuencia y las drogas siguen en aumento. Desde los barrios acomodados de la capital nadie ve en directo a los vecinos limeños que viven colgados de los cerros. Solo los ven cuando bajan trabajar o en algunos noticieros y programas de la TV.

El gobierno polemiza sobre la pertinencia de realizar los Juegos Panamericanos, mientras el ministro de Educación Jaime Saavedra y el presidente del Comité Organizador de los Juegos Panamericanos 2019, Carlos Neuhaus, desconocen que en el asentamiento humano José Gálvez —ubicado en los límites de Pachacamac, Villa María del Triunfo y Lurín— tienen una laguna de oxidación que recibe las aguas servidas de más de 200,000 mil habitantes. Todas las noches colapsa. exhalando una pestilencia insoportable. "SEDAPAL descarga allí las aguas servidas al río Lurín", denuncian los dirigentes. En ese lugar los fétidos olores se sienten hasta en los terrenos donde se construirá, con inversión millonaria —aproximadamente US$ 1,200 millones—, la futura Villa de los Juegos Panamericanos, que tendrá como vecinos a millones de familias sin agua y desagüe.

Las postas médicas de Villa María del Triunfo y Villa El Salvador, los colegios y cientos de asentamientos humanos carecen de servicios básicos, y sus pobladores anuncian su voluntad de levantarse como una inmensa ola de protesta para golpear a las autoridades. "Daremos nuestras propias vidas para exigir nuestros derechos", advierten. La tempestad no vendrá de los Andes, como lo predecía Luis E. Valcárcel. Tampoco los indios esperan un Lenin que los conduzca a la revolución socialista. La revolución que se viene es la que se genera en los desiertos limeños, como un huaico que puede arrasar el sistema democrático.

Algunos sostienen que el crecimiento económico peruano es garantía de estabilidad. Eso fue desmentido en Egipto, que crecía cinco por ciento y, no obstante, una revolución popular arrasó al gobierno de turno y lo llevó al caos. En el Perú es hora de definiciones políticas, pues aún estamos a tiempo de salvar nuestra incipiente democracia.

 

Tino Santander Joo

 
Tino Santander
11 de octubre del 2016

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