La revolución administrativa de PPK

Solo quiere organizar el Estado, no transformarlo

La revolución social de PPK es fundamentalmente administrativa: solo quiere organizar mejor el Estado y no tiene la intención de transformarlo radicalmente. PPK quiere modificar el ineficiente y corrupto sistema de inversión pública; además pretende formalizar el 60% de la economía con solo medidas tributarias. Es decir, un Estado informal pretende formalizar a los informales en lo que parece una extravagancia del humor inglés del presidente. Más aún, la tecnocracia gobernante autista no entiende la realidad, tampoco conoce las formas de pensar, de sentir y actuar de los peruanos informales.

Por otro parte, no olvidemos que más de diez millones de peruanos no tienen agua ni desagüe (en Lima Metropolitana son aproximadamente dos millones). Los dirigentes de las organizaciones sociales afirman que son tres millones de predios sin titular, además los trámites son caros y burocráticos. La pobreza urbana y rural no se soluciona con filantropía estatal, tampoco con visitas esporádicas a las comunidades altoandinas para aparentar compromiso social. No. Los ciudadanos demandan políticas públicas para producir más para el mercado y tener servicios básicos. Es un nuevo país que la clase política no ve ni comprende. Dicho de otro modo, millones de peruanos no soportarán más postergaciones con argumentos administrativos y legales.

Es cierto, que el gobierno (gracias a Alfredo Thorne) toma conciencia del desastre humalista: déficit fiscal, exceso de burocracia partidaria en el Estado, pésimo manejo de los conflictos sociales, inversión pública y privada estancada, corrupción en los más altos niveles del humalismo, el proceso de regionalización que es un fracaso y, sobre todo, la anomia institucionalizada en el país. Por eso, el pedido de facultades delegadas al Congreso para legislar en formalización, seguridad ciudadana, lucha contra la corrupción, agua y saneamiento, y reorganización de Petroperú debe ser aprobado para que empiece la revolución administrativa.

Ahora bien, la bancada fujimorista es agresiva políticamente con el Ejecutivo. Sin embargo, el fujimorismo aparentemente actúa como la bancada oficialista porque sabe que todavía no puede boicotear abiertamente al gobierno. Ellos afirman a sotto voce que la bancada de PPK no tiene peso político ni seriedad. Además, demuestran su poder cuando PPK actúa como si tuviese un pacto implícito con el fujimorismo (él no gobierna sin el fujimorismo). El presidente sabe que el fujimorismo es achorado, que no tiene nivel político ni el charm de la business people al que él está acostumbrado a tratar. Sin embargo, considera ingenuamente a los fujimorista como disciplinados y útiles para gobernar, a pesar de que están actuando deslealmente, dilatando el debate del pedido de facultades en diez comisiones congresales.

Es evidente que la estrategia del fujimorismo consiste en demoler lentamente a PPK. En otras palabras, el fujimorismo otorgará las facultades cuando quiera; es decir, que las aprueban a fines de septiembre o la primera semana de octubre y que el ejecutivo hará el reglamento de las mismas para fines de noviembre. Quieren que las iniciativas del el gobierno empiecen el 2017, y bajar la superficial aprobación presidencial. Keiko Fujimori quiere que PPK fracase y no tiene intenciones de colaborar con el país. Para colmo, el gobierno es complaciente con el fujimorismo antidemocrático y no tiene el valor para enfrentarlos políticamente. Por cierto, lean bien las encuestas, PPK tiene aprobación del 80% de los sectores altos y medios, pero en los sectores populares hay una serena y vigilante expectativa, que se puede transformar en rechazo masivo al sistema político. Y, finalmente, los fujimoristas serán los culpables del fracaso de la democracia.

Tino Santander Joo