Rocío Valverde

La religión, la verdad y el mundo

La religión, la verdad y el mundo
Rocío Valverde
25 de abril del 2016

No creer en un Dios sin tener que soportar incriminaciones

La clase de religión transcurría pesada y rutinaria cuando escuché como se acrecentaba el barullo por el pasillo, y como este terminaba con un seco “toc toc” en la puerta del aula: “Por favor las alumnas García, Sánchez, Valverde salgan del aula con su control y pasen por coordinación”. Empezaban pronto, nos retiraban a primera hora luego de la homilía de la mañana. No salvaban mi educación, pero mi alma sí que les importaba. Ese mes nuestros padres no habían pagado a tiempo la pensión del colegio y nos tocaría pasar el resto del día en la biblioteca.

Salimos pasando por delante de una cruz con un Cristo moreno sangrante y unas letras de goma en las que se leían “Dios por delante”. Eran los años noventas, época de los ceses colectivos, los primeros años de la emigración pujante y dolorosa de peruanos a Norteamérica y Europa, época llena de saudade porque inexorablemente uno de los padres tendría que marcharse a buscarnos la vida. Las horas en esa biblioteca fueron fundamentales para comenzar a cuestionar esa fe.

Pensé mucho en la laica consagrada que me enseñaba religión y que descartaba cualquier pregunta con un desdén egocéntrico. Las preguntas acerca de las huellas de Cristo en Srinagar eran respondidas con un resoplo y un punto menos para mí en conducta. Ella pensaba que esa niña que rompía el código de vestimenta, usando la chompa al revés, intentaba retarla. Yo solo buscaba calmar mi curiosidad y confusión.

El tiempo pasó, mi uniforme agustiniano se quedó en el armario y crecí escuchando canciones como “Spread your wings” y “Hammer to fall”. A los 17 años yo era una conversa que profesaba el “Mercuryism” y en un intento por entender a Freddie, el Dios del rock, me sumergí en una libro de Zoroastrismo. Mi sorpresa fue inmensa, pues sus conceptos de creador del universo, mesías redentor, juicio final, divinidades de luz y simbología de fuego sagrado resonaban claramente en mi ser, tanto como los dos golpes y un aplauso de “We will rock you”. ¿Sería este libro una versión pirata de la Biblia?

A los 17 años viajé a una ciudad menos mojigata que Lima, para enamorarme perdidamente de la microbiología. En el país de donde salió navegando el cura Valverde hacia Perú, con la Biblia bajo el brazo, en el país de la inquisición real que purificaba con el castigo redentor se podía profesar libremente el no creer en un Dios sin tener que soportar incriminaciones, susurros zafios ni gente con narcicismo exaltado proclamando que tiene fe y por ende es pura, moral y pía. Y tú no... ¡Lero lero!

Quisiera terminar con una cuota de cinismo y citas de científicos sobre Dios y la fe, pero sería proceder con parcialidad. Así que me decanto por compartir lo dicho por el monje budista Ajahn Brahm: "Nunca dejes que tus creencias se interpongan en el camino de la verdad. La verdad es más importante. Por favor ajusta tu fe para que encaje con los hechos, no ajustes los hechos para que encajen con tu fe porque eso es simplemente hacer dogma". Amén.

Rocío Valverde

Rocío Valverde
25 de abril del 2016

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