Iván Arenas

La reconciliación del fujimorismo

La reconciliación del fujimorismo
Iván Arenas
17 de junio del 2015

Tratando de explicar por qué Keiko avanza a paso firme hacia el 2016.

Las encuestas suelen equivocarse pero no tanto: Keiko camina con pies de plomo a la segunda vuelta electoral del 2016. Camina firme pero sobre terreno sensible, nada llano. Sin embargo le falta transitar por dos caminos difíciles, el primero es ganar el ballotage -segunda vuelta- y el segundo es reconciliarse con la otra mitad del Perú devorado por el “anti” que literalmente lo odia.

El fujimorismo es una gran paradoja y sirve de ejemplo para el estudio de los partidos políticos. Tiene algunas características que lo hacen único. Tiene una identidad colectiva que lo hace fuerte a pesar de los embates del tiempo. Como el APRA de las primeras décadas del siglo XX, el fujimorismo se ha formado más en la oposición que en el gobierno. En cierta forma, el encierro de Alberto Fujimori ha allanado el camino de la unidad en torno al clan familiar, sino es Keiko será Kenyi.

Tiene cariz popular. No es la izquierda la correa de transmisión de las gruesas demandas y necesidades de los sectores menos favorecidos, es el fujimorismo. El “antisistema” lo encarna en cierta forma Keiko con su más de 30% de aprobación desde hace meses, un “antisistema” que reclama orden y seguridad, categorías asociadas al fujimorismo. El APRA ha sido devorado por la ola naranja. No deja de ser curioso que sea la primera vez que el aprismo no tiene cara popular, ese bolsón de votantes fundamentalmente limeños.

No es un partido, sino un movimiento. En cierta forma el fujimorismo es el resultado del mercado electoral. A la demanda no le molesta que el fujimorismo no sea un partido político, a la institucionalidad sí. El fujimorismo se mantiene porque es un sentimiento colectivo en el que se puede militar sin el pesado carnet o las extensas y fastidiosas reuniones o asambleas, y también tiene su cuota juvenil. El fujimorismo es además de derecha (31%, igual a PPK) como también de izquierda (20% igual a García, Toledo y Urresti), por tanto tiene mucha movilidad de discurso y programa.

Pero parece que la reconciliación del fujimorismo con la otra parte del Perú pasa por la salida de Alberto Fujimori de su largo cautiverio. ¿Por qué? La primera razón es porque el encierro victimiza sobremanera al ex presidente. Para el “antifujimorismo” no hay excusas, su encierro es totalmente justo, pero para algunos sectores –los populares- es una víctima que salvó a un país quebrado. La segunda razón es más estratégica: si el humalismo viera con mayor panorama el escenario político, dejaría libre a Fujomori y le plantearía así un gran reto al movimiento. El carbón que mantiene la llama naranja es la victimización del ex presidente. Su excarcelación apagaría esa llama y mermaría los recursos del fujimorismo, lo obligaría a elaborar un programa o un discurso ideológico que lo haría más partido que movimiento, fortaleciendo así el sistema de representación política, base de una democracia sana.

Lo que parece inexplicable es que se intente pasar por alto al fujimorismo desvirtuándolo por su pesado talante dictatorial. Sería mortal para el fujimorismo regresar a los días del “fujimorato”. Las pasiones no dejan ver muchas veces las razones. El “anti” debería recordar la máxima romana: “mortal, no hagas de tu odio inmortal”.

Por Iván Arenas

17 – Jun – 2015

Iván Arenas
17 de junio del 2015

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