Enrique Cornejo

La parábola del hijo pródigo y el nuevo rol del Estado

La parábola del hijo pródigo y el nuevo rol del Estado
Enrique Cornejo
09 de diciembre del 2016

Repensar al Estado en el nuevo escenario internacional

Vivimos en un contexto de cambio constante y crisis de paradigmas. En este marco están en discusión muchas cosas, como es el caso del rol del Estado en el nuevo escenario.

Qué duda cabe de que el proceso de globalización ha originado un menor margen de maniobra para las políticas nacionales y los estados nacionales, pero el Estado es muy importante para la sostenibilidad de la democracia, para promover la estabilidad económica y el crecimiento económico, y principalmente en la lucha contra la pobreza y la desigualdad social. No se trata ya de plantear “el fin de la historia” que un entusiasta Fukuyama sostuvo cuando cayó el Muro de Berlín, sino de pensar en cuál debe ser yeste nuevo Estado y cómo debe actuar, tal como el mismo autor sostiene en un reciente libro.

Para discutir este tema propongo una relectura de la conocida parábola del hijo pródigo que encontramos en el texto bíblico. Recordemos brevemente la historia: un joven que se había ido de su casa decide retornar luego de haber malgastado toda su herencia y el padre, entusiasmado, decide hacer una fiesta para recibirlo; el hijo mayor, que siempre había cumplido con sus deberes, le reclama al padre el por qué a él, que siempre estuvo en casa, no le había hecho nunca una fiesta. El padre le explica que él siempre será su hijo amado y que todo lo suyo le pertenece también, pero que un hijo que había perdido ahora estaba de regreso.

Hagamos un paralelo. El padre es el gobierno, la casa es el Estado; el hermano mayor es el ciudadano o empresario que cumple con sus obligaciones y el hermano menor es el emprendedor informal, la organización de la sociedad civil que no siguieron las normas legales, que actuaron en paralelo a lo que señalaba el padre y las reglas de la casa.

En esta relectura, la casa no es necesariamente el mejor “modelo” a seguir, por lo menos en varios aspectos. El padre ha tratado más bien de “castigar” al hijo que no siguió las reglas; este no despilfarró la herencia (en realidad nunca tuvo herencia) sino que, por el contrario, creó mayor riqueza, generó empleo e ingresos y lo hizo siguiendo sus propias reglas que, a la luz de los resultados, fueron finalmente más creativas y eficaces que las que planteaba la casa (el Estado). En lo que sí se parece nuestra narración es que el padre debe promover (y celebrar) el regreso del hijo (el emprendedor informal, la organización de la sociedad civil, etc.), e incluso aprender de él. Allí está el punto en el que queremos enfatizar.

Uno de los principales cambios que tiene que ocurrir en el Estado es que debe volverse más horizontal y buscar representar a todos los ciudadanos y sus organizaciones, muchos de los cuales han demostrado tener mayor capacidad que el Estado para resolver los principales problemas de su vida cotidiana y, por tanto, del desarrollo económico y el bienestar general. En este caso, no es que el “hijo pródigo” debe volver a la casa del padre para seguir exactamente las tradicionales reglas de esa casa, sino que debe traer su experiencia y enseñanza, que deben servir al padre para reformular la casa y tener un mayor acercamiento con todos los hijos.

En el emporio comercial-industrial-inmobiliario de Gamarra, en el distrito de La Victoria (Lima), el metro cuadrado construido puede costar hasta US$ 20,000. Eso en cualquier parte del mundo es un éxito; sin embargo, desde el Gobierno Nacional (Sunat, Sunafil, Ministerio Público, Policía Fiscal) o desde el Gobierno Municipal (el de Lima o el de la Victoria), los empresarios de Gamarra solo reciben señales de persecución, investigaciones, multas, denuncias de todo tipo e incluso chantaje y extorsión. Hoy generan una riqueza impresionante y pagan sus impuestos, pero a cambio reciben mínimos servicios públicos de seguridad o de limpieza en las calles.

Es cierto que la gran mayoría de ellos empezaron de cero (muchos fueron al principio ambulantes), que no construyeron con licencia y no pagaron sus impuestos; pero aprovecharon su diversidad, su creatividad y su autoestima para generar un desarrollo que el Estado ni siquiera hubiera podido imaginar. Hoy quieren regularizar, pero en lugar de celebrar como en el caso del “hijo pródigo”, los persiguen. El Estado está haciendo las cosas al revés y eso debe cambiar.

En cuanto a los hijos que se portaron bien y cumplieron sus deberes (los empresarios formales) ellos no deben ver esta “horizontalidad” como un peligro o un mal ejemplo. Por el contrario, deben también obtener enseñanzas de esta manera de hacer “riqueza”, que en muchos aspectos es revolucionaria con respecto a los estándares conocidos. Repensemos al Estado, es muy importante.

 

Por: Enrique Cornejo Ramírez (*)

Economista. Ha sido Ministro de Transportes y Comunicaciones y es actualmente Rector de la Universidad Peruana Simón Bolívar.

 
Enrique Cornejo
09 de diciembre del 2016

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