Jorge Nieto Montesinos

La otra transición

La otra transición
Jorge Nieto Montesinos
08 de julio del 2014

¿Estamos transitando de una democracia defectuosa a otra eficiente?

Nos pasa a todos los que queremos entender. Nos pasa más a los que hacemos pronósticos. Pasa que terminamos presos de nuestras teorías, las menos veces; o simplemente de nuestros deseos, las más. Entonces los análisis prescinden de los hechos y terminan instalados en la comodidad de la reiteración. Dos, tres palabras, repetidas cual mantras, y todo se vuelve claro, diáfano, tranquilizador. Creemos. Las ideas se convierten en cárceles de larga duración.

Entre tanto, la realidad ocurre afuera con su cauda de sorpresas. Como enunció un poeta griego de nombre olvidado, allá por el siglo V: “Lo que se espera no ocurre, lo imprevisto toca la puerta”. Y acá, por el siglo XX: “El problema de nuestro tiempo es que el futuro ya no es lo que era”. Paul Valery dixit. De allí, aunque lo ignoren, pues se la asignan a Julio María Sanguinetti, toman prestada la frase Juan Luís Cebrián y Felipe Gonzáles para titular un libro de casi ayer, donde conversan sobre lo innombrado. Todo este extravío de la memoria para llamar la atención de quienes aun siguen leyendo sobre una idea que la mayoría de análisis de escenarios tienen como supuesto de fondo, la idea de una normalidad casi irreversible del negocio político, tal como este ocurre hoy. Las cosas serán más o menos como son. El 2014, el 2016. Contra ello solo conspira, en misión imposible, la vocación continuista de demócratas de última hora o el populismo anti-mercado de los protestones de siempre. Y ya. Fin de la historia. Es probable que así sea. Claro, como no. Pero en esa narrativa no veo lo que es el principal fenómeno público de estos peruanos días: el malestar ético que intermitentemente moviliza a sectores de la sociedad informada y ha puesto en jaque a la clase política. Desde la indignación contra la repartija hasta el obligado inicio de acción judicial contra el prófugo Orellana, pasando por el estado comatoso en el que se encuentra el 65% de gobiernos regionales, y, claro, los procesos investigativos –parlamentarios o judiciales- contra todos los jefes nacionales de los bandos en pugna, que esta vez difícilmente terminaran en intercambio de impunidades sin pagar un alto costo. Por que no es normal que nuestras instituciones estén bajo vigilancia. Bajo sospecha si, pero no bajo vigilancia. De ciudadanos que ejercen, de periodistas libres, de procuradores y jueces tenaces, y de algunos políticos de convicción. No es normal. Así, las circunstancias del cambio de gobierno pueden traer consigo un inusitado embarazo: el cambio de régimen de una democracia con incrustaciones mafiosas por una democracia renovada. Porque las transiciones no solo van de una dictadura o de un régimen autoritario a la democracia, como nos hemos acostumbrado a pensar. También pueden ir de un régimen democrático defectuoso a un régimen democrático eficiente. Manteniendo o mejorando la economía. Como en la Francia, de la IV a la V República. O en la Italia, de la I a la II República.

No digo que vaya a ocurrir. Ni que sea muy probable. Pero es una posibilidad cuya lucecita intermitente parpadea todos los días en el hartazgo moral de muchos. La corrupción y la ineficiencia derivada son sobrecostos que la democracia peruana no tiene porque pagar ad infinitum. Como toda probabilidad, esta tiene contratendencias. Pero solo se incluye esa hipótesis en la reflexión, y personajes, alianzas, procesos, hechos, se interpretan de manera muy distinta. Inténtenlo. Verán.

Por Jorge Nieto Montesinos

Jorge Nieto Montesinos
08 de julio del 2014

COMENTARIOS