Luis Hernández Patiño

La mujer, la economía y el aborto

La mujer reducida a proveedora de materia prima

La mujer, la economía y el aborto
Luis Hernández Patiño
29 de agosto del 2018

 

En las relaciones que entablamos a lo largo de nuestras vidas hay un molde que la mujer imprime desde la cuna. Ello, claro está, no significa quitarle al hombre su lugar ni sus responsabilidades en el marco de nuestras relaciones. En todo caso, implica reconocer el real ámbito natural y la magnitud de la presencia de la mujer en lo social. En el ámbito del orden natural, ella posee condiciones que le permiten desempeñar roles cuya trascendencia va mucho más allá de lo que sospecha e imagina.

La mujer es la tierra dotada de inteligencia, y entre la tierra y la mujer se puede hacer un paralelismo más que interesante. Al respecto, recuerdo el comentario que una psicóloga me hizo en una oportunidad. En un modo ilustrativo, me dijo: “El mar es el útero de la tierra”.

La mujer tiene misiones fundamentales, y de ahí el respeto que sus roles naturales merecen. En su papel de madre está recreando constantemente los diversos ámbitos de la vida humana, desde el momento que empieza por darle forma a la personalidad de cada uno de los hombres y mujeres que trae a este mundo.

En la economía

La economía, como tal, está profundamente marcada por la influencia del carácter femenino. Por cierto, resulta más que interesante observar el sentido psicológico que la presencia de la mujer le da a las relaciones que se producen en el mercado, al encuentro de quienes buscan los posibles beneficios de algún bien o servicio.

En el terreno de la oferta, en lo laboral por ejemplo, vemos cómo la mujer es capaz de prodigarse realizando tareas que le permiten sacar adelante a sus hijos, estando incluso sola. Y por el lado de la demanda, basta con verla a la hora de regatear un precio o exigir calidad en un producto. Al respecto, pienso en una prenda de vestir, por ejemplo, y me imagino la escena, cuando se la prueba y se la vuelve a probar, sin que el vendedor logre descifrar si al final la va a comprar, o la va a dejar diciendo: “Bueno, gracias pero no. En todo caso, ya regreso”.

La mujer se mueve en la economía como el pez en el agua, y los agentes económicos están pendientes de su movimiento. Nadie mejor que ella para hacer sus proyecciones en cuanto a ingresos y gastos, sin necesariamente haber leído ni a Smith ni a Ricardo, por citar a dos de los clásicos. Y si de administrar recursos se trata, ahí también la tenemos como la más efectiva.

El aborto

En su interior, la mujer abriga el valor más grande: la vida humana. Sin embargo, lamentablemente se encuentra con que la vida humana, como tal, ha dejado de ser aquel valor para ciertos grupos mercantilistas que han ubicado en el aborto un gran filón de negocio, el cual les ha abierto un increíble apetito de lucro. Movidos por aquel apetito, tales grupos promueven una feroz campaña ideológica que apunta al desprestigio y el desprecio de los roles naturales de la mujer —como es el caso de la maternidad—, porque esos roles son un obstáculo para sus intereses. Una vez denigrados sus roles naturales, la mujer es tomada por esos grupos como un territorio del cual se puede extraer materia prima para generar riqueza. En buena cuenta, la mujer es considerada como una simple mina de la que “hay que sacar” todo lo que produzca más y más dólares.

El aborto es una actividad económica asesina, de tipo extractiva, que tiene como requisito fundamental reducir a la mujer a la condición de proveedora de materia prima (seres no nacidos) en el marco de un perverso modo de economía primaria. A modo de muestra, se puede visitar el siguiente enlace para tener una idea al respecto:

http://www.notivida.com.ar/Articulos/Aborto/LA%20INDUSTRIA%20DE%20LOS%20BEBES%20ABORTADOS.html

La ideología de género trata de ocultar esto, cubriendo dicha actividad con un vistoso y fino manto de seda, súper decorado con llamativas etiquetas, tales como la que alude a la igualdad, pero el ocultamiento total de la realidad es ideológicamente imposible.

La mujer no tiene por qué ser objeto de explotación en una actividad económicamente muy lucrativa, y de una naturaleza asesina y abominable, como el aborto. La misma mujer debe tomar conciencia de cómo se le quiere utilizar y no debe permitir que, mediante cantos ideológicos de sirena, se le someta a la vil condición de sirviente de unos cuantos mercantilistas de la muerte.

Por su parte, el Estado tiene la obligación natural de velar, mediante políticas públicas, por la integridad de la vida humana desde la concepción, por su formación en complementariedad entre los hombres y mujeres que integran la sociedad, y por su desarrollo y su realización en armonía y reciprocidad con los demás.

 

Luis Hernández Patiño
29 de agosto del 2018

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