La mordaza verde

El despido del francés Philippe Verdier por presión del ecologismo radical

Si lo recuerdan, Francia empezó muy mal el 2015. Su periódico satírico, Charlie Hebdo, fue blanco de un ataque terrorista que mató salvajemente a varios periodistas. Más allá de que a algunos les guste o no el contenido de dicho semanario, el ataque despertó la máxima solidaridad en la prensa francesa y las respuestas indignadas a la matanza llegaron del mundo entero. No faltaron columnas, análisis y otros artículos que nos recordaron que en Francia, “el país de los derechos humanos” (en realidad mediante su revolución de 1789 dio de conocer al mundo la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano), la libertad de expresión es máxima.

Tampoco faltaron las debidas recuperaciones políticas y el mismo presidente F. Hollande juró solemnemente “que este mensaje de la libertad vamos a seguir defendiendolo”. Desde entonces han pasados muchos meses y con la próxima COP21 en París la agenda política está un poco perturbada. En estas condiciones, si un presentador del tiempo de un canal del estado, además, se permite emitir algunas dudas, ¡las cosas cambian! No obstante que la libertad de expresión es sagrada en Francia, parece que ahora existen límites que no se pueden cruzar. Esta es la lección que  está aprendiendo el meteorólogo francés Philippe Verdier.

Para quien escribe esta columna no es una sorpresa constatar que, de manera casi general, la prensa francesa –fuertemente subsidiada– se haya felicitado de la sanción a través de sus periodistas alarmistas. Lo irónico de esta situación es que son los “clima-escépticos” (o mejor dicho “clima-realistas”) quienes, mediante esta petición (en inglés en la parte baja de la página), tratan de defenderlo.

Digo irónico, ya que en realidad Philippe Verdier cree en el cambio climático. El libro que escribió y promovió durante sus vacaciones (o sea fuera de sus actividades profesional), y que le genera sus actuales problemas, solo relativiza el alarmismo e indica que, de existir, todos los impactos de un calentamiento global no son negativos. ¡Posición consensual por lo menos! Pero demasiada herética para quienes radicalizan el tema.

En realidad, lo que ocurre es que lo más probable es que la COP21 será un fracaso. No dudo que los alarmistas encontrarán la forma de torcer esta realidad para convertirla en un “gran momento de autosatisfacción”, pero en realidad las emisiones de CO2 continuarán creciendo fuertemente en las próximas décadas (me arriesgare diciéndolo pero tal vez no será tan negativo). Esto se debe, entre otras razones, a las necesidades legítimas de energía barata y confiable de Asia (y pronto de África y Latinoamérica) para sacar a su población de la pobreza.

Esta figura, extraída del informe de perspectiva 2015 de la Agencia Internacional por la Energía para el sudeste de Asia habla por sí misma. Se proyecta que dicha región duplicará su actual consumo de gas, carbón y petróleo. No serán ni el mejoramiento de la intensidad energética esperada, ni –menos- las medidas coercitivas, estúpidas y costosas que tomaran el Perú y su gobierno de turno, las que cambiarán cualquier cosa (salvo nuestro bienestar y libertad).

Y el fracaso anunciado ha generados un gran nerviosismo en los climastrólogos, que se traduce desde hace meses en una presión creciente sobre los disidentes, quienes denuncian (con justa razón y fuertes argumentos) los excesos, abusos, distorsiones de hechos y otras manipulaciones de los alarmistas. Esta presión se expresa además en campañas de calumnias e insultos, amenazas e intimidación, que han sido denunciadas, por ejemplo, la periodista Donna Laframboise en varias columnas: tal como “no climate free speech” (en 5 partes), Rico20, etc.

Para quien no lee en inglés, basta leer los comentarios del presidente bolivariano para entender mejor el programa propuesto…

Yo soy Philippe.

Por: Vincent Dumortier