Martin Santivañez

La mochila de Keiko

La mochila de Keiko
Martin Santivañez
29 de enero del 2016

Sobre las declaraciones de la candidata del fujimorismo

Todos tenemos un pasado concreto del que abjuramos y nos queremos desprender. Es connatural al ser humano el arrepentimiento y la voluntad de cambio. El soberbio que es incapaz de rectificar se condena a sí mismo a la oscuridad en vida y a la inoperancia en la política. Pocas cosas hay tan gloriosas como aspirar a la virtud que no viene a ser sino la repetición de actos buenos por encima de la tentación que pueda despertar el mal.

Dicho esto, cabe señalar que el pasado de los políticos es algo personalísimo y aunque a veces caben las culpas colectivas, lo normal es que la salvación política de un líder (así como su condenación) sea un asunto de estricta responsabilidad personal. Keiko Fujimori ha dicho hace poco que ha “sufrido” y “cargado una mochila muy grande por errores de otras personas” y que jamás permitirá que sus hijas padezcan esa misma carga. Ciertamente, uno de los móviles más grandes para un padre de familia es el bienestar de los hijos y la necesidad de que ellos se sientan orgullosos. Es un móvil digno, verosímil y alcanzable. El fujimorismo fue un populismo autocrático pero todo indica que Keiko Fujimori quiere hacer de Fuerza Popular un partido político institucionalizado que no repita el cesarismo de los noventa. Keiko, al hablar de una mochila pesada que no quiere cargar, rompe con esa tradición.

Además, la mochila de Keiko se ha visto aligerada por su tajante rechazo a otorgar beneficios penitenciarios a las personas que cometieron delitos durante el gobierno de su padre. Incluso ha declarado que no promoverá el indulto para Alberto Fujimori, sosteniendo que, de ser necesario, evaluaría la pertinencia de firmar un documento al respecto. Todas estas manifestaciones zanjan claramente los temores legítimos de los que piensan que Keiko podría ser influenciada por su padre. De hecho, en un momento de abierta discrepancia como fue el caso de los congresistas que no se presentaron a la reelección, fue su voluntad y no la de Alberto Fujimori la que se impuso finalmente.

Es cierto que la mochila de Keiko porta algo que pesa mucho y que ineludiblemente tiene que conjurar: su propio desempeño durante los noventa. Keiko fue la primera dama del fujimorismo y ese es un hecho objetivo, innegable. Sin embargo, la carga negativa que se desprende de este hecho, a la sombra de los años, es asumible y rectificable. Más importante aún, es una carga que puede y debe desaparecer bajo el ejercicio personal de un gobierno. Solo la Keiko Fujimori presidenta será capaz de borrar de la faz de la tierra a la Keiko primera dama.

Cuando tienes veinte o treinta años juegas a ser un joven turco. Pero conforme creces y te enfrentas a dos elecciones a la presidencia, aprendes de los errores, cambias el discurso y, fundamentalmente, llevas a cabo acciones concretas que corrigen aquello que de tu herencia tienes que cambiar. Sin embargo, el líder político no vive solo de la herencia familiar y partidista. El verdadero líder, el auténtico estadista es el que hace camino al avanzar.

Por: Martín Santiváñez Vivanco

 
Martin Santivañez
29 de enero del 2016

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