Jorge Valenzuela

La memoria moral

La memoria moral
Jorge Valenzuela
08 de abril del 2015

Un dispositivo que nos permite protegernos del pasado.                              

Hace aproximadamente cuatro años, Nelson Manrique escribió una de las columnas más esclarecedoras en torno a la idea de que Alberto Fujimori no debía ser reconocido como aquel que capturó a Abimael Guzmán en 1992 y que, por lo tanto, no debía recaer en él el mérito de la derrota de Sendero Luminoso. El título de la columna publicada en La república el 24 de mayo del 2011 fue el siguiente: “El mito fujimorista de la derrota de SL”. Su objetivo (logrado con éxito) fue demostrar (con pruebas) que los que creían en esas supuestas verdades no debían seguir dándoles crédito y que, como ciudadanos honestos, debíamos, sobre todo, preocuparnos de los jóvenes, quienes podían asumirlas debido a que no habían vivido esa época. Quedaron claras entonces, a partir de la lectura de aquel artículo, dos cosas (contrariamente a lo que predican hasta hoy los fujimoristas): 1) Fujimori no estuvo al tanto de las operaciones de captura del líder terromaoísta y 2) El cambio en la estrategia contrasubversiva que llevó al éxito a un grupo de policías de la DINCOTE se produjo, más bien, como una respuesta a la política de “terror contra terror” que se diseñó desde la entrañas más nauseabundas del Gobierno. No hay pues, por donde se le mire, mérito posible que reconocerle al ex dictador.

Han pasado más de veinte años y hay quienes siguen empeñados en creer en los méritos de Fujimori en torno a estos aspectos. Solo basta escucharlos o leerlos cuando empiezan a defender a aquel infausto gobierno. ¿Les es difícil entender hasta hoy el horror de las acciones de un grupo como “Colina” que, con Martín Rivas a la cabeza, desarrolló una estrategia que le costó la vida a gente inocente contraviniendo, como el propio senderismo, las más mínimas normas de defensa de los Derechos Humanos? ¿Les es difícil comprender que fue al margen del gobierno que se gestó el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) que desarrolló, como dice Nelson, una estrategia inteligente que, finalmente, logró reconstruir la red orgánica senderista que condujo a la madriguera citadina en la que se encontraba el genocida Guzmán (ironías de la ley de contrarios: un líder escondido en la ciudad encabezando la toma del poder desde el “campo a la ciudad” como preconizaba Mao)?

Los acoples políticos de las últimas semanas nos muestran a un Luis Castañeda sumándose al fujimorismo y haciendo fuerza con esta agrupación para afrontar las próximas elecciones presidenciales. Observando el futuro, esta alianza política se presenta como una amenaza para aquellos que recordamos con claridad e indignación los niveles de corrupción a los que entonces llegamos todos como sociedad. Y es por ello que, si bien debemos reconocer la responsabilidad de nuestra clase política en general en torno a la existencia del fujimorismo y de su pervivencia en el tiempo, debemos también estar alertas, ahora más que nunca, al hecho de que este se perfila como una agrupación con posibilidades de éxito.

Condenar una vez más al fujimorismo en sus términos no implica hacerle el juego a nuestra izquierda incompetente y poco moderna ni a la extrema derecha asociada a la explotación inhumana de nuestra población y de nuestros recursos. Implica recuperar una memoria moral que, al parecer, en el caso de los peruanos, es muy frágil a la hora de elegir a nuestras autoridades. Ya nos pasó con Alan García una vez. ¿Estamos esperando que nos suceda nuevamente con Keiko Fujimori interpósita persona de Alberto Fujimori?

Por Jorge Valenzuela
08 - Abr - 2015

 

Jorge Valenzuela
08 de abril del 2015

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