Manuel Gago

LA MEMORIA: LA INTELIGENCIA DE LOS BURROS

LA MEMORIA: LA INTELIGENCIA DE LOS BURROS
Manuel Gago
16 de enero del 2017

La educación debe ser ejecutada como política de guerra

Hablemos de educación. Sabemos que el Sputnik conmocionó a la dirigencia norteamericana, que no podía admitir que los rusos hayan demostrando superioridad técnica y científica lanzando al espacio una nave antes que ellos. Y que después de ese 4 de octubre de 1957, el presidente Eisenhower convocó a toda la comunidad científica para enfrentar la debilidad educativa norteamericana.

Aquí vemos poblaciones enteras creyendo en pishtacos convertidos en vándalos y más vándalos haciéndoles el juego a ideologías violentas. También se publican resultados educativos confirmando que aquí no pasa nada y nos rasgamos las vestiduras y punto. ¿Qué pasa? ¿Por qué no se hace lo que se debería?

“La educación es la llave de todas las cosas” (E.F. Schumacher). Sin educación el hombre se reduce a un organismo sin aspiraciones, enajenado por la ignorancia y sin alma que razone el porqué de su existencia. Creer que la educación debe mejorar para crecer económicamente tiene algo de cinismo. Creer que potenciar las capacidades es el fin, hace a la educación incompleta, discapacitada. Creer que los edificios son indispensables es no saber que Polonia mejora sus niveles educativos utilizando la misma infraestructura de antes de la Segunda Guerra Mundial.

Así como los maestros deben ser bien remunerados, así también debe serlo la élite de la sociedad. El objetivo de ciertos profesores afiliados al SUTEP no es impartir conocimientos ni ser modelos de valores, sino adoctrinar a los escolares con pensamientos violentos. Mire a los profesores en Islay (Arequipa), que con la anuencia de los padres de familia hacen desfilar a los niños disfrazados con escudos y con los rostros cubiertos emulando a los llamados “espartambos”, personajes que causaron muertes y destrozos en los poblados cercanos al proyecto minero Tía María. Así se les pague fortunas, esos “maestros” no son guías ni la luz que el país pide a gritos.

La educación debe ser ejecutada como política de guerra, como lo hizo el presidente Eisenhower. Estamos hartos de consultorías, foros, conferencias y especialistas hablando de lo mismo; hartos de diagnósticos, de “ellas y ellos” y de “niñas y niños” y de palabritas rebuscadas para decirnos que sus mentes son más abiertas.

Sí, yo también tuve cursos de lógica y filosofía sin ninguna clase de amaestramientos. Mi padre decía que “la memoria es la inteligencia de los burros”. Aprendí de probabilidades para imaginar qué sucedería mañana si hoy elijo esto o aquello. Todos los días tuve tareas de matemáticas para estar ocupado, porque los niños y jóvenes deben estar ocupados haciendo algo, porque la ociosidad es la madre de todos los males. Al cuerno eso de “que tengan su espacio”. Además, las matemáticas fortalecen el orden y la disciplina, enseñan a encontrar un método y a ser perseverantes hasta concluir lo que se inició; enseñan que hay normas y procedimientos que ayudan, que no entorpecen.

Sí, también tuve tareas diarias de palabras nuevas para buscar su significado en el diccionario, para aumentar nuestro vocabulario. Esos maestros nos hacían leer los diarios para discutir lo publicado. Y así como nos enseñaban a conversar, también cuidaban nuestra facha revisando corte y limpieza de uñas, cuello limpio de la camisa blanca, lustre de los zapatos y corte de cabello. En el curso “El niño y la salud” enseñaban higiene y hasta cómo sentarnos y cómo comer correctamente. Y nos dieron de varazos, porque angelitos no éramos. Nuestras travesuras tontas distan de los delitos, de las extorsiones de hoy a compañeros y maestros amenazándolos de maltrato o violación. ¿Valen esos “derechos” y esos “espacios” de los escolares?

Llegaremos al bicentenario sin orgullo nacional, sin un hombre pisando la luna ni un Skylab dando vueltas alrededor de la tierra, como hizo Norteamérica en respuesta al Sputnik ruso. ¿Nuestro orgullo es ser primeros en producción de coca y billetes falsos, estar en la cola de todo índice educativo, y ser campeones en anemia, embarazo adolescente, toda clase de violencia, alcoholismo y corrupción?

Así como en 1849, el presidente Ramón Castilla dictó leyes para colonizar la selva central, para que las haciendas nuevas produzcan aguardiente y coca que serían distribuidos en las localidades mineras, para embrutecer a la población; así también hoy las mal llamadas libertad de expresión y de empresa embrutecen al país con sus contenidos, enajenando a las mayorías.

 

Por Manuel Gago
Manuel Gago
16 de enero del 2017

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