Manuel Erausquin

La magia de las ciudades

La magia de las ciudades
Manuel Erausquin
22 de octubre del 2014

¿Cuando podrá ser Lima una ciudad amable, en vez de hostil y agresiva?

Lima como ciudad se merece mucho más: su pasado histórico le exige al presente mayor atención y cariño. Y también un poco más de información, porque hay mucho ignorante que transita su existencia sin saber que esta nació con jerarquía. O por último, lo sabe pero no le importa. Es indiferente y la maltrata. Nunca ha tenido la capacidad de pensar lo majestuosa que es. Una capital que mira al mar y al mundo. Poco no es, eso debemos saberlo.

Su posición geográfica es envidiable y nos procura una sensación de plenitud, una perspectiva de horizonte. No solo es una ciudad húmeda, es también amable y condescendiente con su clima. El frío no es devastador y el calor no llega a matarnos. Siempre ofrece su carácter atemperado. Se agradece no tener la furia de un invierno europeo o el agobio de las olas de calor que también padecen en el viejo continente.

Sin embargo, más allá del clima y la hermosa vista provista por la providencia, el alma de las ciudades responde a sus hijos. A esos habitantes que día a día la caminan y la respiran. Ellos son los responsables de hacerla digna y respetable o de un espacio infernal. Muchos queremos que sea un lugar, nuestro real lugar en el mundo y podamos respirar y vivir en ella. Y algún día morir en paz con ella de testigo.

Pero ya sabemos como vienen las cosas, a pesar de los cambios auspiciosos que la ciudad ha venido experimentando desde hace casi 20 años. Porque la Lima actual no es la ciudad de los ochenta. Ha habido ciertas modificaciones que alientan, a pesar de todo. Pero sí, son insuficientes y se aspira a saldar deudas considerables, como en el ámbito del transporte. El eterno dolor de cabeza de esta urbe que muestra su lado más caótico en sus pistas.

Aunque una ciudad no solo está formada de cemento, sino de espíritus con ambición por tener calidad de vida. Lima ha carecido de eso, de una actitud decidida por dejar lo informal y lo caótico. Nos hemos acostumbrado mucho tiempo en vivir en un lugar de permanente hostilidad, donde los espacios públicos no son vistos como áreas de recreación o descanso. Son percibidos como ajenos. Muy pocos salen a caminar su ciudad, a respirarla y deleitarse con el paisaje de la urbe. Eso no existe en Lima. Lo que existe es lo que se sabe: miedo el miedo a los asaltos, infierno del tráfico y la contaminación que empieza a agobiar.

Una ciudad que en conclusión no es amable, sino hostil y agresiva. Un espacio urbano que tiene mucho por enseñarle a sus hijos, pero ellos no escuchan. Una urbe con tradición e historia que es traicionada y que corre el peligro de seguir siéndolo por mucho tiempo. El tema es saber si habrá un punto de quiebre. Si vamos a dejar una actitud de bárbaros o nos decidimos a amar en serio a esta ciudad.

Por Manuel Eráusquin

(22 - oct - 2014)
Manuel Erausquin
22 de octubre del 2014

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