Santiago González Díaz

La lógica de la riqueza

La lógica de la riqueza
Santiago González Díaz
12 de abril del 2016

El Estado no debe “repartir” la riqueza de manera arbitraria

Desde el punto de vista de los gobiernos intervencionistas, la riqueza es entendida como un bien que puede repartirse al antojo y de manera arbitraria; una idea usualmente fundamentada en la pretensión de eliminar las desigualdades materiales entre la población. Esta concepción es propia de muchos gobiernos y de plataformas electorales que prometen terminar con la pobreza en todas sus formas; sin embargo, considerar a la riqueza como algo meramente material —una cuestión salarial o de posesión de bienes— es un simplismo que contiene un alto sesgo conceptual.

La realidad ha demostrado que ningún gobierno puede terminar con las necesidades materiales. Transitoriamente puede mejorarse la situación económica, pero dependerá exclusivamente de cada persona lograr la satisfacción pretendida. El ser humano, al suplir una necesidad determinada, crea otra inmediatamente, la que se convierte en un nuevo reclamo hacia el Estado. Es por ello que, considerar a la riqueza como algo que puede simplemente tomarse y repartirse, sin tener que generarla, resulta una falacia propia de un gobierno con pretensiones autoritarias.

La riqueza debe ser creada, tiene que existir un trabajo previo que permita la generación de bienes con un valor otorgado por aquellos que desean adquirirlo. Esto supone un “premio” al riesgo asumido en el momento de la inversión y al esfuerzo humano puesto para materializar la idea. Los recursos pueden existir, pero su transformación en riqueza dependerá de la capacidad humana para crear derivados que sean utilizables y mejoren la calidad de vida de las personas. Es por ello que la riqueza no puede ser tomada arbitrariamente, ya que supondría un acto de expropiación.

El derecho de propiedad es la salvaguarda e incentivo que tienen los hombres para llevar adelante sus proyectos privados, teniendo la garantía de que sus esfuerzos serán recompensados. La desigualdad en dicho contexto es inevitable, ya que las cualidades de cada individuo varían, haciendo a unos mejores que otros en ciertas actividades.

Muchos dirán que las condiciones económicas diferentes son un determinante que facilita el progreso para quienes están en una situación acomodada; sin embargo la riqueza debe entenderse como una actitud mental, pues el progreso económico dependerá del esfuerzo particular. La riqueza se aleja de quienes se sienten víctimas y esperan cómodamente que un golpe de suerte los vuelva ostentosamente ricos. Y al Estado le toca desempeñar un rol esencial incentivando el espíritu emprendedor, facilitando la constitución de emprendimientos y premiando a quienes eligen arriesgarse para tener una mejor calidad de vida.

En conclusión, la riqueza está en cada ser humano, porque es una actitud mental hacia la vida: creernos capaces de ser creadores e innovar ciertos bienes que solucionen los problemas cotidianos. Lo material es un simple derivado del esfuerzo humano.

 

Santiago González Díaz

 
Santiago González Díaz
12 de abril del 2016

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