Erick Flores

La libertad contra los monopolios

No se lucha contra los monopolios a través de la intervención del Estado

La libertad contra los monopolios
Erick Flores
10 de abril del 2018

 

Uno de los grandes problemas que la ciencia económica ha tenido que enfrentar en toda la historia ha sido la generación de monopolios en el mercado. Cuando hablamos de un monopolio nos estamos refiriendo a una estructura de mercado en la que encontramos un solo oferente que controla toda la oferta de un determinado bien o servicio. Esta situación —dicen los economistas— podría representar un gran peligro para los consumidores, los que terminarían siendo víctimas de los abusos de una empresa que, haciendo uso del privilegio que tiene al ser la única, llegue a cometer en aras de maximizar sus ganancias.

Dicho lo anterior, no sería una sorpresa que la mayoría de personas crean que un monopolio es necesariamente malo para economía; sin embargo, la verdad es que no siempre es así. Si un monopolio se construye a través de las buenas decisiones que pueda tomar un empresario y —como producto de estas— consigue hacerse del control de toda la oferta atendiendo bien las necesidades de su mercado (lo cual vendría a ser un monopolio natural), no existe ningún elemento en el proceso que represente un perjuicio para el consumidor. El verdadero peligro para el consumidor estaría en las barreras legales que impidan la libre competencia en el mercado (lo cual vendría a ser un monopolio artificial). Paradójicamente, la presencia de barreras legales que reprimen la emergencia de potenciales competidores en un determinado mercado, es una consecuencia natural de la principal medida que ofrecen los economistas como remedio para el problema de los monopolios, que es la intervención del Estado.

En este sentido, resulta necesario aclarar que no todos los monopolios son iguales. Un monopolio que nace de las barreras legales que genera el Estado a través de su intervención es muy dañino para todos, específicamente para los consumidores; un monopolio que nace del proceso libre y espontáneo en el que un oferente, a raíz de capitalizar mejor las oportunidades de beneficio que se presenten, tiene la capacidad de controlar la oferta en un mercado es beneficioso para todos, específicamente para los consumidores. Incluso en el supuesto negado de que todos los monopolios sean dañinos para el mercado, tampoco la solución pasa por la intervención del Estado.

De la misma forma en que no podemos apagar un incendio echando más gasolina, tampoco podemos luchar contra los monopolios a través de la intervención del Estado. Lo que la evidencia ha demostrado en todos estos años es que la única forma de frenar la arbitrariedad de las empresas que gozan de una posición de dominio en el mercado es a través de la libre competencia. Es por esto que los monopolios naturales que se pueden formar ocasionalmente se rompen con facilidad si es que el Estado deja un amplio margen para el surgimiento de nuevas empresas que puedan competir. Y para nadie debe ser un secreto que este proceso termina generando un gran número de beneficios para los consumidores, ya sea a través de los precios o de la calidad de los productos o servicios que se ofrecen en el mercado.

A final de cuentas, si es que en verdad existe una preocupación por los consumidores, nuestros esfuerzos deben concentrarse en liberalizar por completo el mercado, no en insistir en medidas que hoy sabemos que no funcionan y que generan precisamente lo que buscan combatir. Todo lo que se ha reflexionado sobre este tema y lo más sensato que se puede hacer al respecto gira en torno a una de las sentencias más conocidas de Milton Friedman, que reza de la siguiente manera: “La solución que el Estado le da a un problema, por lo general, es tan mala como el mismo problema”.

 

Erick Flores
10 de abril del 2018

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