La izquierda sigue desfasada

Sobre las propuestas políticas y económicas izquierdistas

Los partidos políticos que se denominan de izquierda en el Perú han devenido en grupos que están a la búsqueda del electorado que espera una propuesta diferente a la del “establishment”. Por ese motivo, sus ofertas electorales apuntan hacia lo que consideran debería hacerse desde el Estado, pero nunca indican cómo generarían los recursos necesarios para alcanzar su ideal.

Cabe recordar que las izquierdas de los años 70 del siglo XX se caracterizaron por su dogmatismo y su siempre anunciada y postergada opción violentista; fue recién en los 80 que se hicieron presente en la escena pública dos de sus facciones, las que empleaban el terror como instrumento de su accionar (es menester traerlos a colación a raíz de la expulsión de la emerretista Lori Berenson, respecto de la cual algunos incautos han calificado de “activista”; y, de la próxima liberación de algunos otros subversivos que luego buscarán recorren las aulas universitarias para sorprender a otros jóvenes bienintencionados).  

Ojalá el cautiverio les haya servido de espacio de reflexión y auténtico arrepentimiento por los delitos que cometieron en contra de la vida de miles de peruanos y la destrucción de infraestructura pública y privada, lo cual empobreció aún más el país y postergó las oportunidades de desarrollo y generación de bienestar.  

También es cierto que hubo una izquierda no violentista que confiaba en que desde la conducción del Estado se podría resolver los problemas endémicos de la sociedad peruana, su opción era la de asfixiar al sector privado con más impuestos o arrebatarles su propiedad para tomar el control del aparato productivo, tal como sucedió con la fracasada Reforma Agraria.  El resultado, tras 22 años (doce del gobierno militar de 1968 a 1980 y el segundo belaundismo y primer gobierno de García) de experimento estatista fue un rotundo fracaso, tal como en la actualidad sucede con los países que siguieron recetas similares, como pueden ser la Argentina de los Kishner, la Venezuela del chavismo y el Ecuador de Correa, quien ya anunció que no irá a la reelección. Aún en la lista de espera queda la Bolivia de Evo.

La izquierda en el Perú volverá a fracasar porque aún soslaya el aporte de la economía de mercado en la reducción de la pobreza, quiere que haya más asistencialismo, pero olvida que antes de repartir hay que generar las condiciones para que la economía crezca y, como consecuencia, la contribución al erario nacional será todavía mayor.

La izquierda, ante su orfandad política, se ha vuelto oportunistamente ambientalista, acá demanda la vigencia de los mayores estándares ambientales del mundo, mientras guarda silencio sobre los que mantienen países con los que guarda afinidad ideológica. Como sabemos, una de nuestras principales fortalezas económicas del país es la minería, ante ella la izquierda se envalentona, agita la confrontación, pero ante la extracción ilegal de minerales -aquella que impacta el ambiente sin miramiento alguno- esquiva la mirada.

Esa izquierda de doble rasero es la que menos requerimos en el Perú.  En cambio, el país requiere de una izquierda que crea en el mercado, que abandone el eslogan de la lucha de clases, que renuncie a la violencia abierta o de manera soterrada, tal como lo hace inmiscuyéndose tras legítimas reivindicaciones que a través del diálogo pacífico y constructivo pueden representar una solución negociada y provechosa para las partes discrepantes. Esto va más allá de una opción ideológica en favor del liberalismo, se trata de la constatación del devenir de la historia. La seguridad emocional que les otorga a las personas la posesión individual de sus bienes siempre se impuso sobre el colectivismo, donde la propiedad es de todos y también de nadie.

Por: Guillermo Vidalón