Daniel Córdova

La izquierda que no queremos

La izquierda que no queremos
Daniel Córdova
10 de agosto del 2016

En América Latina la izquierda se resiste a modernizarse

El Frente Amplio se ha negado, de facto, a condenar los atropellos del gobierno de Maduro en Venezuela. Insiste, sin embargo, en basar sus propuestas políticas en recordarnos los atropellos que se dieron durante el régimen de Fujimori. Se confirma así que en el Perú no hay una izquierda moderna. Se trata de la misma izquierda cavernaria que no le reprocha nada a la dictadura de Cuba. Por el contrario, insiste en rescatar sus “logros” y hace de la vista gorda frente a la violación sistemática de los derechos humanos en la Isla y ahora en Venezuela.

Hubo una época en que el socialismo tenía el beneficio de la duda en Occidente. Fue el periodo de la posguerra cuando el Holocausto estaba aún fresco en la mente de la gente. Stalin había contribuido a la derrota de Alemania, así que la barbarie que sobrevino en la Unión Soviética, China y el resto de la órbita socialista mundial era convenientemente ocultada e ignorada, sobretodo por los intelectuales (la mayoría de izquierdas hasta los años setenta). Poco a poco, sin embargo, la evidencia fue abriéndose paso. Así, cuando Mario Vargas Llosa rompió con Cuba (con el caso Padilla en 1967), ya era evidente que el socialismo real y la dictadura eran indisociables.

Así, quienes mantuvieron los ideales de izquierda en ese entonces no tenían problema en distanciarse de los valores de la democracia. Y es que, según ellos, este era un sistema político aberrante porque resultaba funcional al capitalismo y a la explotación de la clase obrera. El desastre económico que suponía el socialismo se hizo evidente poco después. Aun en los setenta se discutía en Occidente sobre la posibilidad de que las condiciones de vida en la Unión Soviética fueran más “justas” o incluso “mejores” que en los Estados Unidos.

Pero todo eso se derrumbó como un castillo de naipes cuando,desde el otro lado de la Cortina de Hierro, se echaron abajo el muro de Berlín. Así, fue en Europa Occidental que se palpó con mayor claridad la superioridad de la democracia y del capitalismo como sistemas político y económico de ordenamiento de la sociedad. Fue por aquel entonces que se empezó a conocer el socialismo moderno o democrático. Lo encarnaron Felipe González en España y Francois Mitterrand en Francia.

Fueron gobiernos en general exitosos, respetuosos de la democracia y de la economía de mercado. Siempre con su tinte social. Pero dieron la pauta de lo que pensábamos iba a ser la reconversión de la izquierda en el siglo XXI. Lamentablemente no fue así. Como dijo alguna vez José María Aznar, lo que diferencia al socialismo del siglo XX y al socialismo del siglo XXI de Chávez y Maduro es solo una cosa: en todo es igual solo que ahora sí conocemos los entretelones de esos regímenes

Con Fujimori en los noventa, que derrotó a Sendero Luminoso y reformó la economía, la izquierda se vio descolocada. Fue solo cuando salieron a la luz la corrupción y las violaciones a los derechos humanos del régimen, con Montesinos a la cabeza. Un fenómeno paralelo a la ascensión de Chávez al poder en Venezuela, que empezó el reposicionamiento de la izquierda. No obstante, la única novedad es que la lucha de clases fue reemplazada por la defensa del medio ambiente. Pero en todo lo demás se mantuvo igual. Y ahora, cuando sale a la luz la corrupción del Partido de los Trabajadores en Brasil los izquierdistas miran a otro lado. Lo mismo con Cuba, Venezuela, Corea del Norte y todos los regímenes dictatoriales que son pasados por agua tibia, simplemente por profesar la misma religión socialista.

Algo está pasando con la izquierda en América Latina, que se resiste a modernizarse. Hasta en Chile, la presidenta Bachelet ha radicalizado su política y, en consecuencia, por primera vez desde que regresó la democracia, dicho país se encuentra en serios problemas para reactivar su economía. Una lástima.

 

Daniel Córdova

 

 

Daniel Córdova
10 de agosto del 2016

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