Guillermo Vidalón

La izquierda peruana y Venezuela

La izquierda peruana y Venezuela
Guillermo Vidalón
17 de mayo del 2017

Reclaman justicia social, pero guardan silencio ante Nicolás Maduro

¿Se imaginan qué habría ocurrido si el “Frente Lapso” hubiese pasado a la segunda vuelta electoral en el 2016 y, finalmente, resultase ganadora su candidata? La presidenta se habría distanciado de “Marko Araña”, propietario del membrete “Sin Tierra y en Prisión”, presumible causante de la disidencia frente a las decisiones de Gobierno.

La Roja presidenta habría contado inicialmente con poco más del quince por ciento de representantes en el Congreso de la República; de los cuales, a menos del primer año de gobierno, hubiese tenido el respaldo de diez representantes. Es decir, el país hubiese enfrentado nuevamente un caos y desgobierno que, de seguro, hubiese puesto en riesgo la institución de la democracia.

Pero, dejemos la ficción política. Hace pocos días, los medios de comunicación informaron que un grupo de congresistas del Frente Amplio evalúa la separación del bloque congresal para distanciarse de otro subgrupo a su interior, el cual se denomina Tierra y Libertad. Esta organización es encabezada por Marco Arana, ex sacerdote que hizo carrera política en función a la oposición al desarrollo del proyecto minero Conga, que representaba una inversión superior a los US$ 5,000 millones. La postergación del proyecto ha tenido el siguiente resultado: el estancamiento del progreso de la región Cajamarca y el empobrecimiento de su población por la caída de la actividad comercial.

En el Perú, las izquierdas siempre han sido múltiples, dispersas e incapaces de reconocer mérito en un par, porque cada una de ellas es “perfecta”. Claro que nadie conoce en qué basan su perfección, porque su experiencia de trabajo en el proceso de generación de riqueza es nula o casi nula. Siempre optaron por criticar lo hecho antes que por elaborar una propuesta razonable, más allá de arrebatar a otros el fruto de su trabajo.

Dichas acciones terminan por limitar y hasta eliminar el estímulo a la creatividad, a la libertad de las personas para asociarse con un fin legítimo, a generar dinero para proveerse mayor bienestar. Una sociedad limitada por el poder del Estado termina adormecida. Sus gobernantes inyectan dinero del tesoro público con la única finalidad de “estimular la economía”; cuando en realidad lo que buscan es salvaguardar exclusivamente su permanencia en el poder.

El izquierdista que arriba al poder por medio de elecciones democráticas no está dispuesto a ceder un ápice de ese poder y, por consiguiente, destruye el sistema democrático. Cabe preguntarse, ¿dónde están las izquierdas internacionalistas, aquellas que reclaman justicia social por doquier y, al mismo tiempo, guardan silencio cómplice ante Nicolás Maduro?

Afortunadamente, la izquierda no llegó al poder en el 2016; pero siempre hay que estar alertas. Durante el gobierno de Maduro, la población venezolana ha perdido diez kilos per cápita, vive en emergencia hospitalaria, enfrenta una dramática escasez de alimentos y productos básicos, y una inflación que superará el 1,000% en el presente año.

Esas mismas izquierdas son las que mezquinan otorgar reconocimiento a los rescatistas de la Operación Chavín de Huántar e insisten en llamar presos políticos a los terroristas. El pasado, para alguna izquierda naif, es tan light como la onda retro en su vestir.

Guillermo Vidalón del Pino

 
Guillermo Vidalón
17 de mayo del 2017

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