¿La insatisfacción es de izquierda?

Sobre las causas que originan el malestar que sienten hoy los ciudadanos.

Estimado lector, hay una nueva generación de analistas con la misma perorata del ayer. Pasa en la izquierda y en la derecha. Los teólogos de la añeja derecha (mercantilista) ofrecen respuestas viejas a preguntas del siglo XXI. La propiedad privada versus el estatismo es la bandera. Desde la izquierda el discurso es tan repetitivo y nada fresco que parece han olvidado -siguiendo a Deng- a la práctica como único criterio de verdad. Uno de los mitos más contados es que la insatisfacción social tiene tinte zurdo.

No querido lector, le han contado mal la película, la insatisfacción del ciudadano peruano con Humala y su gobierno no es necesariamente de izquierda. Lo que sí es cierto es que Humala ha dejado un vacío de representación. Y eso es lógico: todo régimen después de llegado al poder genera insatisfacción con sus votantes. No es lo mismo el Humala anti minero que el de “Conga va”, el del polo rojo y el de polo blanco. Es cierto que en Humala las expectativas de su régimen eran mucho mayores que con Toledo y García pero es un error creer que esa insatisfacción tiene que ser representada por la zurda. Precisamente ese gran error le ha pasado factura a la izquierda local.

En los ochenta, la base social que apoyaba el programa zurdo -venida por ejemplo, de Villa El Salvador- lo hacía en realidad porque querían un espacio en la democracia y el estado de derecho –titulación de sus propiedades exactamente- y no estaban en absoluto inoculados del germen de ideologías distributivas. Quería redistribución sí, pero de la propiedad. Otro ejemplo pasa ahora con una Keiko (¿derecha?) ocupando el lugar de Humala en la sierra sur, su ex bastión.

Hay además otra miopía. Lo constante en la democracia es la insatisfacción. Todos los gobiernos democráticos después del fujimorato lo han sentido. Las encuestas reflejaron el nivel de aprobación exigua de Toledo (8%) y en García los bajones (22%) no llegaron a dañar el “establishment”. La insatisfacción se reflejó también en paros y protestas.

El daltonismo (ya no miopía) de los ideólogos, analistas y doctos zurdos hace creer que la insatisfacción del ciudadano es exclusiva contra el modelo económico “neoliberal” y sus consecuencias. Por eso no han redoblado esfuerzos en organizarse electoralmente en un partido sólido sino en pequeños movimientos que canalicen esas supuestas y perennes demandas e insatisfacciones contra el modelo, lo que se denomina “antisistema”. Pues se equivocan. No hay éxito electoral sin organización y eso depende de un partido.

El problema de la izquierda se agrava cuando, igual que sus análogos doctos de la derecha mercantilista, centran el debate en la vieja dicotomía, una frontera que a pesar de los muros caídos no se derriba. El principal problema del Perú no es entre izquierda y derecha. La insatisfacción no viene por el lado ideológico sino por la eficiencia del estado. Que la izquierda percuda los temas, como la defensa del medio ambiente, es otra cosa.

Mi hipótesis es que la mayoría de la insatisfacción ciudadana es el resultado de un estado incapaz de otorgar un bien público como seguridad o cuando le es imposible cerrar necesidades históricas como los servicios de agua potable, alcantarillado, conectividad, mejorar la educación o la calidad de la salud. El ciudadano ve que el enorme presupuesto sirve para solventar corruptelas e ineficiencia. Juzgue usted el caso Ancash o el de Echarate -el distrito más rico con 450 millones de soles- y el 44% de la población sin acceso al agua.

La izquierda no tiene posibilidades electorales en cuanto siga creyendo que la insatisfacción tiene su génesis en su oposición al modelo “neoliberal”, otro es el dilema del nuevo Perú.

Por Iván Arenas

03 – Jun – 2015