La industria de la interculturalidad

Cuando se usurpa la voz de los pueblos para imponer la colonialista “literacidad”

En un último artículo sobre la educación bilingüe intercultural señalamos que mientras un niño que seguía una educación “regular” adquiría castellano, inglés y hasta una tercera lengua en sus procesos de inmersión en la lectura y la escritura, muchísimos niños rurales sometidos a la propuesta EIB (Educación Intercultural Bilingüe) son obligados a leer y escribir primero en sus lenguas ´originarias´. Para adquirir luego recién el castellano.

Subrayamos entonces que esa situación de exclusión es tributaria de la falsedad científica de que la lengua materna es escrita. E insistimos en que a las lenguas originarias se les había inventado una escritura para “preservar su identidad cultural”. Añadiendo -nosotros- que la simple opción por la escritura alfabética constituye ya una violación cultural e introduce inevitablemente categorías conceptuales ajenas a las lenguas y culturas que se dice querer “preservar”.

En los años sesentas, se escribieron miles de páginas dedicadas a denunciar lo que se denominó la industria cultural de Occidente. Una gran empresa que –guiada por el lucro- pretendía imponer los patterns occidentales, alienar a los pueblos y entorpecer conciencias de clase y aun de nación.

Por cierto, estas miles de páginas se convirtieron a su vez en una gran industria cultural donde la sesuda denuncia acerca de la superestructura capitalista se tradujo en un floreciente y especializado género editorial. Cuyos derechos económicos obviamente favorecían a las propias editoriales y a los autores, mas no a los individuos que sufrían las consecuencias de la alienación denunciada.

Mutas mutandis, ahora asistimos a una nueva industria cultural. Una en la cual –so pretexto de la inclusión- se generan miles de páginas con sus consecuentes ganancias editoriales, transitan gran cantidad de expertos, y no solo se inventan escrituras, sino –más que obvio- se tienen que organizar seminarios y congresos para discutir las “peculiaridades culturales” de estas escrituras y diseñar programas destinados a rescatar a los pueblos de su barbarie oral. Nos referimos a la industria de la interculturalidad.

En ella no importa usurpar la voz de los pueblos, sino posicionar la vieja idea colonialista y redentora de la llamada “literacidad”, vestida –esta vez sin subterfugios- como promesa de afirmación de identidades e interculturalidades.

Siguiendo la lógica del mercado y de la tan criticada civilización del espectáculo, es claro que vender papa blanca ya no es negocio. Porque otros países la producen en mayor abundancia; el negocio sería ahora vender papas nativas en contextos nice. En ese orden de ideas las exigencias del mercado parecen obligar a vender escrituras de lenguas originarias y alimentar políticas finalmente intraculturales con tal de mantener la lucrativa industria.

Poco importa la usurpación de las voces. Poco importan los resultados educativos. Poco importa que para eludir la propuesta EBI hasta se rompa la unidad productiva familiar rural –donde los niños son inherentes- porque las comunidades “prósperas” envían a todos sus hijos a la educación regular que se brinda lejos del terruño. Poco importa que se les envíe hasta como sirvientes.

Todo sea por mantener la industria de la identidad e interculturalidad. Que –como dijimos- es intracultural y viciada por la escritura, y solo restringida precisamente a los más pobres.

 

Por Eduardo Zapata

17 – Jun – 2015