La “incapacidad moral” y la “puerta giratoria”

Hagamos un paréntesis para tomar aire y considerar con perspectiva el marco legal de la vacancia de la Presidencia. La “puerta giratoria” es un mecanismo de corrupción en el Perú y en toda América Latina. Ha operado en Brasil por décadas y sin control. Consiste en que se entra y se sale del Gobierno y de las empresas, y se usa la política pública, la concesión o el contrato para favorecer intereses privados. El lobby y el financiamiento de campañas son sus otras dos caras. Nada habría que objetar si operara con transparencia, pero la “puerta giratoria” tiene un número alarmante de usuarios a oscuras.

Es lo que Adam Smith llamaba el “sistema mercantil”, que hoy llamamos mercantilismo y que algunos llaman neoliberalismo. Consiste en poner al Estado al servicio del interés privado. La novedad es que ahora sabemos la escala en que esto ocurría. Pero el debate aun no reconoce la realidad completa. El hecho es que se halla fuera del control del marco institucional. No culpas al agua por meterse al bote; si se mete, algo está mal en el bote, pero seguimos creyendo que castigando cada vez más severamente la corrupción en personas individuales acabaremos con ella. El verdadero peligro es la ceguera colectiva ante la “puerta giratoria”. Es un punto ciego en la Constitución y no está regulado por la ley. Es un remanente del pasado.

En la otra mano, la “incapacidad moral permanente” como causal de vacancia de la presidencia es otro punto ciego, un remanente de la Constitución de 1839, cuando el término significaba incapacidad de emitir juicio moral. Hoy la presidencia vaca si el mandatario sufre "incapacidad moral permanente" declarada por el Congreso (con dos tercios de los votos de la única cámara), sin estar el término definido ni el acto tipificado en la legislación. "Incapacidad moral", entonces, es lo que dos tercios del Congreso decidan.

Esto es una barbarie y es la otra cara de la ceguera anterior. No es un punto ciego, sino un guardián de mil ojos (Argos lo llamaron los griegos). Thomas Hobbes escribió en Leviathan (1650) una sentencia latina sobresaliente: "Auctoritas non veritas facit legem". Significa "la autoridad, no la verdad, hace la ley". Quiso decir que todos tienen su propia idea de la verdad en el ámbito de la conciencia individual. Pero de este lado de la realidad, decía, prevalece la autoridad de la ley. Es un argumento sabio contra la subjetividad en el ejercicio del poder, que nació de las guerras religiosas europeas del siglo XVI y dio nacimiento al Estado Moderno.

La “incapacidad moral permanente” para la vacancia presidencial es una regla prehobbesiana, una institución primitiva que ni siquiera tiene un debido proceso legal. No existe un marco legal claro para la noción de "incapacidad moral", como tampoco existe un marco legal claro para el concepto de "puerta giratoria". Y la ceguera ante la “puerta giratoria" es una forma colectiva de "incapacidad moral permanente".

Como Escila y Caribdis, son dos monstruos que atormentan nuestra vida política y a los que no atinamos a sacar de la oscuridad. Es por eso que esta se convierte en una lucha política (es difícil imaginar cómo la oposición se ha dejado arrastrar a una situación en la que no hay modo de ganar), cuyo resultado depende enteramente del voto, cuando debería depender de un debate fundacional sobre los controles y equilibrios entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo, las reglas de los lobbys y del financiamiento de campañas, y el tránsito de funcionarios entre el Gobierno y las empresas.

Es un conflicto de poderes. Se resolverá regulando legalmente estos dos monstruos, la "incapacidad moral” y la “puerta giratoria". Mientras no se haga, la pesadilla volverá una y otra vez para interrumpir nuestro camino.

IMAGEN EXTRAÍDA DE QUESTION DIGITAL