Dante Bobadilla

La historia se repite

La historia se repite
Dante Bobadilla
09 de junio del 2016

El antifujimorismo es copia fiel del antiaprismo del siglo XX

La gente que gusta de los clichés y las frasecitas clásicas para expresar una idea, no se cansa de repetir el sonsonete “un país que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Lo cierto es que pocos peruanos conocen la historia, una porción solo conoce aquellos mitos que reemplazan a la historia y la gran mayoría no conoce absolutamente nada. Pero no creo que la historia se repita por esto, sino porque el ambiente cultural en que nos movemos tiene sus ciclos y recurrencias, al igual que el clima atmosférico, y de vez en cuando nos viene un fenómeno de El Niño que nos deja las instituciones en ruinas.

El antifujimorismo ha vuelto a ganar en estas elecciones luego que sus mentores salieran casi en llanto a convocar refuerzos a última hora. Un batallón de izquierda se presentó cual caballería salvadora para darles un triunfo pírrico, votando contra natura. Poco importa a quién le regalaron en esta ocasión la banda presidencial. En el 2011 ungieron a Ollanta Humala tras hacerlo comulgar con la derecha; ahora a PPK, luego de bautizarlo en la izquierda, en la iglesia del antifujimorismo. Así es como el antifujimorismo repite la historia fortalecida por el apoyo amplio de los medios progresistas. Algunos justifican su antifujimorismo con la ingenua frase: “por memoria y dignidad”. Se disfrazan de héroes de la moral cuando solo son profetas del odio y la venganza, como ya ocurrió antes en la historia. No es nada nuevo en la izquierda.

El antifujimorismo es la copia fiel del antiaprismo del siglo pasado, postura básica de la izquierda, acompañada por la derecha plutocrática, las FF.AA. y hasta la iglesia católica. No fue el Apra sino el antiaprismo el que hizo naufragar la democracia numerosas veces. Y claro que también se clamaba entonces por la defensa de valores, de la misma forma en que los talibanes del antifujimorismo se justifican con la “defensa de la democracia”, apelando a esa vil costumbre de prostituir los conceptos y disfrazarse de moralistas, tan propia del progresismo. La izquierda detestaba al Apra porque los derrotó ideológicamente y les arrebató los sindicatos obreros. En realidad el Apra les ganó en todo y sirvió como gran barrera de contención para impedir el surgimiento de la izquierda en el Perú, que nunca hubiera sido nada de no ser por la ayudita del dictador Juan Velasco Alvarado, quien les dio carta de ciudadanía y además consagró a los sindicatos estatales comunistas que en los ochenta pusieron al país en jaque.

Tras la muerte de Haya, el Apra se redujo a un simple alanismo desorientado que se dejó rebasar por la izquierda en todos sus frentes, desde el sindical al terrorista. Tras él, apareció Alberto Fujimori y puso a la izquierda de vuelta en su lugar: desarmó el andamiaje estatista quitándoles piso a los sindicatos izquierdistas, limpió la infiltración comunista en las universidades públicas, puso orden en las cárceles y apresó a los principales dirigentes terroristas o los eliminó en el campo de batalla, como ocurrió con Cerpa Cartolini y su banda. De allí en más, la izquierda solo atinó a enarbolar las banderas del antifujimorismo, como su nueva causa política central. Ya sin sustento ideológico, en un mundo sin ideologías, la izquierda inventó la mitología del antifujimorismo como doctrina fundamental. Hoy divagan en un falso ambientalismo, un cínico derechohumanismo y en el antifujimorismo.

Vetado como estaba Haya de la Torre para ejercer la presidencia, solía decir que el Congreso era el primer poder del Estado, pues el Apra gozaba de buena representación parlamentaria y tenía la habilidad de pactar para ganar la mayoría y ejercer una oposición implacable, lo cual nos llevó a varios golpes de Estado. Hoy tenemos una virtual copia: el Congreso dominado por el fujimorismo ante un gobierno débil, apocado e incapaz de tender puentes, porque ya los quemó todos en una batalla irracional. PPK ha ganado, pero carece de tropas y generales; apenas le quedan unos cuantos mercenarios sin bandera. La caballería que lo ayudó ya se retiró a sus verdaderos cuarteles y afila las lanzas. Me temo que la historia se repetirá. Al menos me parece atisbar oscuros nubarrones en el horizonte de la democracia.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
09 de junio del 2016

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