Mauricio Mulder

La guerra está perdida

Críticas al papel de la izquierda caviar

La guerra está perdida
Mauricio Mulder
25 de octubre del 2017

Perdimos la guerra cuando, en su orfandad política, Valentín Paniagua se dejó copar por representantes de la vergonzante izquierda caviar y les sirvió de trampolín para que estos lo usaran descaradamente con el fin de copar el Estado, rodear al candidato favorito Alejandro Toledo y asirse del poder con ese farsante autodenominado “Pachacútec”. Aunque ya se supiera que era un borracho, que estaba vinculado al escándalo de CLAE y que no reconocía a su hija, esos oportunistas miraron para otro lado y se prendieron con mandíbulas de tiburón, de las generosas ubres del estado.

Perdimos la guerra cuando empezaron a calificar de “inocentes” a decenas de terroristas para tener argumentos de condena contra los militares. Es probable que hubiera inocentes de verdad, como también que hubiera militares honestos. Pero lo que se dijo era que los militares eran todos asesinos y los senderistas, salvo los notorios, eran todos inocentes.

Seguimos perdiendo la guerra cuando esos mismos caviares argolleros designaron a sus amigos como miembros de la Comisión de la Verdad, imponiendo SU verdad con tanta desvergüenza, que el propio Valentín Paniagua, ya habiendo sido usado y desechado como un trapo por esos infelices, les reprochó su sesgo proterrorista en una célebre alocución admonitoria.

Allí se empezó a hablar, como hasta ahora lo hacen, de “conflicto armado interno” o de “violencia política”, eufemismos ambos para no llamarlos como lo que eran: terroristas. Esa izquierda caviar, blanca, y elitista paga sus culpas de mala conciencia de clase burguesa, dulcificando a Sendero sin darse cuenta —pobres ingenuos— que si por SL fuera, serían los primeros fusilados por enemigos de clase, en su eventual toma de poder.

Perdimos la guerra cuando se infiltraron en los organismos internacionales de derechos humanos, adueñándose del concepto y obligando al Estado peruano a aceptar revisiones, reparaciones y absoluciones por doquier. Todo acto militar fue violación sistemática de derechos humanos. Todo muerto en combate era “inocente víctima”. Todo acto terrorista era acción de “guerra interna”.

Perdimos la guerra cuando los hijitos de papá que aborrecían asumir los puestos burgueses de sus papis, decidieron hacer del periodismo su trinchera de combate y lograron controlar el conglomerado más oligárquico de la prensa nacional, aquella que hoy copa prensa, radio, y TV en más de un 80% de la oferta nacional. Mientras los papis pasaron a los directorios de los bancos que controlan el conglomerado, sus hijitos de apellido compuesto y sonoridad rimbombante, juegan al “periodismo” y pontifican su superioridad de casta contra el resto del país, haciéndonos tragar todos los días sus batiburrillos social confusos y vergonzantes con aires de infalibilidad papal al resto del país.

Perdimos la guerra cuando un militar, ese sí violador de derechos humanos también los prohija y estos, por seguir prendidos del Estado, lo santifican y lo siguen usando, para medrar económicamente en consultorías y contratos que nadie lee ni a nadie le importan, pero que les significan más de US$ 700 millones del dinero del resto de los peruano, provenientes en su mayor parte del sector Educación. Ese sector en el que las escuelas que se caen no tienen maestros y en donde Sendero ha sentado firmemente sus reales.

Y seguimos perdiendo cuando terminan manteniéndose encaramados en un Gobierno de derecha ultraneoliberal y deciden implementar su última afrenta usando al presidente, que en realidad está viviendo un safari under the tropics, y les firma un decreto regalándole a los criminales, hoy llamados “inocentes”, nada menos que 80,000 metros cuadrados de terrenos a guisa de “reparación”. Para el caso, ya ni siquiera importa que sean inocentes de verdad o culpables, porque estos últimos también están saliendo de prisión habilitados para trabajar libremente; ya sea en el sector educación, como ya está probado, o como abogados en ejercicio.

Se nos acaba el futuro y no queda mucho por hacer.

 

Mauricio Mulder

Mauricio Mulder
25 de octubre del 2017

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