Jorge Valenzuela

La falacia fujimorista

La falacia fujimorista
Jorge Valenzuela
29 de abril del 2015

Sobre algunas formas de argumentación incorrectas

Una de las falacias más usadas para descalificar a quienes nos cuestionan o critican es la llamada falacia tu quoque (tú también). Considerada como una falacia no formal, la expresión latina que la designa tuvo su origen en una circunstancia histórica grave. Nos referimos al asesinato de Julio César quien, al ver a Bruto, su hombre de confianza y protegido, levantando el puñal contra él para matarlo, exclamó: “Tu quoque, Brute, fili mi” (Tú también, Bruto, hijo mío).

Esta falacia es una variante de la conocida falacia ad hominem (contra el hombre) y consiste en contestar a un argumento (a través del cual somos acusados o criticados de algo), acusando, a quien nos critica, de lo mismo. De esa forma, en la lógica falaz y torpe de quienes emplean este razonamiento, el argumento presentado por el acusador queda desbaratado sin advertir que la conclusión no se desprende lógicamente de las premisas.

La estructura del razonamiento es bastante clara. Procederemos a aplicarla al escenario del parlamento nacional para poder observar cómo actúa. Utilizaremos el último escándalo político protagonizado por los parlamentarios fujimoristas en relación con el uso indebido de los fondos del Estado para realizar viajes con propósitos proselitistas. Empecemos. El partido oficialista filtra información respecto de que algunos parlamentarios de Fuerza Popular (fujimoristas) han hecho uso indebido de los fondos del Estado para realizar viajes cuyo cometido fue participar en un evento partidario (A critica a B); luego de la acusación, los miembros de Fuerza Popular, sostienen que los del Partido Oficialista han incurrido en la misma falta pues también han realizado viajes con el mismo u otro propósito ajeno a la actividad propiamente parlamentaria (A es también culpable de lo que se le acusa o critica a B); finalmente, dicen, los fujimoristas, con qué autoridad moral nos acusan los del oficialismo si ellos incurren en el mismo error. Por lo tanto, la acusación o la crítica que se nos hace no puede ser legítima (la crítica de A a B no tiene sustento y debe ser rechazada).

¿Dónde radica el razonamiento falaz? Es evidente: en el hecho de que la conclusión no se desprende de las premisas. ¿Qué relación hay entre el hecho de haber cometido una falta y el que los otros también la hayan cometido? Sin embargo la cuestión es más grave. Este tipo de razonamiento nos induce a pasar por encima de la falta diseminándola o distribuyéndola entre los otros, como si ese hecho, por alguna razón misteriosa, la borrara. Ergo, si todos incurrimos en el error, ¿dónde está el error?

Lo que sigue ya es historia conocida y se aplica siempre que los políticos buscan evadir su responsabilidad. Por ello terminamos escuchando lo mismo: “Hay que reglamentar mejor las cosas, hacerlas más claras para evitar el “error” o, en el colmo del cinismo: “Los legisladores representamos a la nación y no solo a las localidades por las que fuimos elegidos”. No pues, señores fujimoristas. Razonen bien. Así no se soluciona las cosas. Tampoco se solucionan diciendo, diligentemente, que “hemos pedido que se investigue a todos los congresistas que han realizado viajes con propósitos partidarios, con los fondos del Estado” o “se ha ordenado a los miembros de Fuerza Popular que, de haber incurrido en algún error, devuelvan el dinero”.

La moral fujimorista, imbuida de ese pragmatismo que se desentiende de las faltas cometidas y de las cuestiones morales de fondo (como, por ejemplo, el ejercicio de la virtud), busca que estas faltas sean invisibilizadas confundiendo a la opinión pública y relajando nuestra moral, afectándola en lo más puro que existe en ella: la honestidad. Y es allí en donde radica el mayor peligro, es allí, en esa forma de hacer política, en donde todos, como sociedad, corremos el riesgo de envilecernos una vez más, como sucedió en los años noventa. El dejar de reconocer una falta grave o de infectar a los demás con el error cometido, haciéndolo pasar por algo intrascendente, constituye la esencia de la falacia fujimorista.

La actitud de sus partidarios, que sigue siendo la misma que nos llevó a la catástrofe moral hace quince años, es el peor mensaje que un ciudadano noble y de buenos sentimientos puede recibir.

  Por Jorge Valenzuela 29 - Abr - 2015  

Jorge Valenzuela
29 de abril del 2015

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