Gustavo Rodríguez García

La dictadura de los que no han sufrido

La dictadura de los que no han sufrido
Gustavo Rodríguez García
01 de junio del 2015

A propósito del proyecto sobre el aborto archivado por el Congreso

¿Alguna vez se ha puesto a pensar que su esposa, enamorada, hija, hermana, amiga, podrían ser víctimas de violación y, como producto de semejante atrocidad, una pequeña criatura podría convertirse en el testimonio vivo del horror sufrido? No me imagino el silencio adolorido ni el llanto contenido de las tantas mujeres que viven en carne propia los estragos de la dictadura de quienes no han sufrido. Esos que, sin haber sido víctimas del horror, legislan sin ponerse en los zapatos de las víctimas, adoptando decisiones que involucran la vida y el dolor ajenos.

Estas víctimas han sido expropiadas. Expropiadas de su facultad de decidir sobre sus cuerpos y sobre sus vidas… expropiadas de decidir sobre lo que debería ser una de las decisiones más hermosas en su paso por este mundo: la maternidad. No, ellas no podrán decidir. Ellas deberán callar adoloridas, como si las huellas no se vieran expresadas cada día en esa inocente criatura que deberán aprender a amar aunque sea el vivo y perenne recuerdo del horror.

Las que deciden empoderarse, pese a la dictadura de los que no han sufrido, deben recurrir a la clandestinidad de un improvisado consultorio médico. Muchas veces solas y en completo abandono físico y afectivo, toman la decisión de transitar el camino de la ilegalidad y la persecución. La condena social se abre paso dejando huellas más profundas que el horror que comenzó esa historia. Es un nuevo vejamen.

Frente al llanto silencioso de quienes no pueden sino sentirse ajenas en su propio cuerpo y solamente dueñas de sus lágrimas y recuerdos, algunos plantean la defensa de la vida a toda costa. Y es bueno que se defienda la vida, pero todas las vidas. Muchas veces el debate es planteado como si la única vida en juego fuera la del no nacido. En realidad, hay dos vidas en juego, la vida de la criatura que no ha conocido el mundo y la vida de aquella mujer que conociéndolo estará condenada a ser una muerta en vida… a sufrir cada día, cada minuto, las trágicas consecuencias del horror que no quiso… ¿no es acaso también una vida inocente?

Como toda cuestión sensible, no se pueden plantear respuestas sencillas. No se puede afirmar que el Perú apuesta por la vida y por eso se dice no al aborto. ¿Las vidas de quienes? Me parece que la pérdida de una vida es siempre lamentable. No defiendo el abordo, no lo quiero, no me gustaría que alguna mujer que de una u otra forma es parte de mi vida, pase por una situación así. Pero no es mi decisión, no es mi cuerpo, no soy yo quien despertaré cada mañana sabiendo que debo amar a quien solo me recuerda la ferocidad de un momento robado, de un cuerpo que se convirtió en ajeno por la fuerza pero cuyas marcas me deberán acompañar hasta mi muerte. ¿Y cómo afecta la salud mental deteriorada de esa mujer sufrida en la salud mental de esa criatura a la que tratamos de cuidar? O, peor aún, ¿cómo incide el abandono de la ley a estas mujeres en la tasa de abandonos a esos hijos inocentes? ¿Es que acaso la ley los acoge y los cuida?

La sociedad debe preocuparse por la vida, por todas las vidas. Debe preocuparse por la vida de esa criatura no querida y que, siendo inocente, será vista como el testimonio perenne de la violencia. Debe preocuparse por esa madre a quién se la arrebató el derecho a decidir sobre su cuerpo. Si tu eres una de esas mujeres que hoy sufre por esta dictadura expresada en la decisión de la Comisión de Justicia del Congreso de hace unos días, no tengo mucho que decir salvo expresar mi deseo para que las cosas cambien pronto. Espero que ese cambio, sustentado en tu testimonio, evite el dolor de muchas y cure en algo el tuyo. Si tú eres uno de esos hijos de la violencia, te digo que no es tu culpa. Ahora que estás en el mundo, atesora esta vida que tienes a cada minuto.

Finalmente, si tú eres uno de esos hombres que arrebata el cuerpo e ilusiones de una mujer inocente, reflexiona (si puedes). Cada palabra, cada gesto, cada momento debe servir para empoderar y no para disminuir. No eres más hombre porque arrebatas a quien quieres, eres más hombre cuando respetas más el proyecto de vida de esa mujer que te rodea; no eres más hombre cuando por la fuerza retienes a quien quieres, eres más hombre cuando al dejar ir expresas tu verdadero cariño; no eres más hombre cuando ves a la mujer como una cosa de la cual te puedes apropiar, eres más hombre cuando reconoces que una mujer, desde su independencia, puede enriquecer la tuya propia… todo verdadero hombre lo sabe.

Por: Gustavo Rodríguez

1 – Jun – 2015

Gustavo Rodríguez García
01 de junio del 2015

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