La derecha abandona al fujimorismo

El fujimorismo derrotó militarmente al terrorismo, pero perdió la guerra política. Sin talento ni inteligencia para proyectarse y crecer en el escenario político, fue un movimiento populista que se agotó. Ahora la derecha La tecnocracia liberal lo abandonan porque ya el fujimorismo no les sirve para afianzar el modelo social que esos grupos poderosos defiende. Al mismo tiempo, la conexión del fujimorismo con los sectores populares es propia de un paternalismo militarista y autoritarismo civil que llega a su fin. Ahora las fuerzas conservadoras quieren acceder directamente al poder y ejercer el mando sin contemplaciones ni piedad por sus adversarios políticos. Si antes los sectores populares veían a Alberto Fujimori  como el héroe que los liberó de la subversión y trajo paz, ahora perciben al fujimorismo como la gran estafa y lo repudian.

Fujimori es personalista y pragmático. Solo le interesa lo que funciona o es útil para afianzar su poder político. Esa aura de supuesto héroe, de salvador de la patria se desvaneció cuando Fujimori se fue a Chile para intentar regresar al Perú lleno de gloria. Fracasó en su intento, fue extraditado, juzgado y encarcelado. Tampoco le resultó su felona candidatura al Senado japonés, país donde se presentó e hizo campaña con el eslogan “el último Samurai”. Fue apoyado por grupos de la extrema derecha japonesa de dudosa moralidad.

Fujimori fue incapaz de asumir con coraje y liderazgo los aciertos y errores de su Gobierno, y desde los primeros días en prisión buscó desesperadamente su libertad. Por eso no le importó utilizar a sus hijos para negociar su indulto deshonestamente. Negoció  con el expresidente Kuczynski, que era acusado de corrupción y que llegó a la presidencia señalándolo como ladrón. A él y a su hija Keiko.

El fujimorismo vive hoy una paradoja, producto de su incapacidad: tiene mayoría absoluta en el Congreso, pero el rechazo multitudinario en las calles y los pueblos. Falto de luces, conducido instintivamente e incapaz de promover las reformas necesarias para consolidar la democracia, camina hacia su extinción. El fujimorismo se ha convertido en el principal promotor de su impopularidad y está aislado políticamente. Es un gigante con pies de barro, manejado por pulpines agresivos que no están en capacidad política de derrotar a nadie.

Los sectores que antes apoyaban al fujimorismo le han retirado su confianza, y buscan ahora una nueva personalidad conservadora y autoritaria que los represente. El Perú —según ciertos articulistas de la derecha— busca un Donald Trump que agite, con liderazgo autoritario, consignas honestas en las plazas públicas para devolver al país la tranquilidad perdida. Los conservadores peruanos están seguros de que no habrá vuelta atrás en relación al modelo de economía de mercado, y quieren acabar con la ideología de género, impedir el matrimonio homosexual y fomentar los valores cristianos ortodoxos en el Perú. Este su programa político y su proyecto social.

Jaime de Althaus propone a Fernando Cillóniz como la nueva figura del recambio  neoliberal y conservador. Althaus sabe que no basta la honestidad de Cillóniz para ganar la elección. Sabe que la candidatura del actual gobernador de Ica carece por ahora de apoyo nacional y popular, pero también sabe que ese apoyo se trabaja, se construye con grandes recursos económicos, con organización política, acercándose a la gente y recorriendo el país. Es el nuevo fujimorismo sin Fujimori.