Hugo Otero

La democracia no se delega

La democracia no se delega
Hugo Otero
18 de septiembre del 2015

Sobre las polémicas declaraciones recientes de Kenji Fujimori

El señor Fujimori Junior nos ha sorprendido últimamente con unas declaraciones acerca del carácter delegativo de la nueva democracia que instauró su padre. Explica que el pueblo delegó en su presidente la potestad de poder suprimir algunas libertades en pos de lograr una seguridad que, en ese momento, era el bien universalmente deseado. No dice, sin embargo, que su padre amplió esa potestad hasta límites jamás pensados por quienes teóricamente se la habían concedido. No voy a entrar a discutir lo ya sabido, los excesos y tropelías de Alberto Fujimori, ni tampoco a detallar los orígenes del concepto de democracia delegativa sobre el que tanto se ha escrito y comentado estos días.

Ahora bien, sí me gustaría matizar la idea de que el poder es en cierto modo delegado. Sirva de ejemplo al respecto la expresión “rey por la gracia de Dios”, utilizada para expresar que los monarcas ejercían un poder derivado de Dios, motivo por el cual aquel era indiscutible.  Me remito a este ejemplo para contradecirlo y afirmar que, por el contrario, ninguna idea es indiscutible, pues su esencia es precisamente que se ajusta a razón. El mismo concepto de democracia ha cobrado un sentido tan laxo que permite a personajes claramente ajenos a ella, como fue el caso en su momento del fallecido Gaucho Cisneros, de declararse a favor de una democracia “autoritaria”. ¿Se estará refiriendo Kenji Fujimori a un gobierno de ese tipo? Porque lo que nadie duda es que su presencia en la política, y por supuesto la de su hermana Keiko, se explican por la delegación que su padre hizo en ellos al declararlos herederos directos de su legado como presidente de La República.

Si eso es así, como todo parece indicar, deberían explicar de una vez qué delegó su padre en ellos. Posiblemente la capacidad de mantener el orden a base de aplicar un rigor que iba más allá de los principios garantizados por la Constitución. Pero también la capacidad de cambiar la Constitución para adaptarla a una democracia tan autoritaria que ni siquiera llegó a gustar al general Cisneros. Por extensión, también debe de ser delegativa la capacidad de buscar un nuevo asesor que reúna las virtudes de un Vladimiro Montesinos, la de corromper las instituciones y los medios de prensa, y la de instaurar una corrupción generalizada. Lo sería, asimismo, la de designar a los nietos del encarcelado presidente para que el día de mañana puedan dirigir el partido fujimorista y, tal vez, alcanzar la presidencia del Perú.

Estos son los aspectos delegativos que Keiko debe dar a conocer a la ciudadanía, y no aquellos referidos a medidas excepcionales para enfrentar la inseguridad que asola al país, y que el nuevo presidente, sea cual sea, podrá presentar ante el Congreso para un debate democrático.

El próximo presidente no debe ser pues un mandamás que actúe por delegación, sino un líder capaz de establecer un diálogo amplio y conducir acuerdos democráticos.

 

Por: Hugo Otero

 
Hugo Otero
18 de septiembre del 2015

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