Dante Bobadilla

La decadencia progresista

La decadencia progresista
Dante Bobadilla
28 de abril del 2016

Desde los “intelectuales de cafetín” y “maomiraflorinos” hasta los actuales “caviares”.

El último resultado electoral revela la inexorable decadencia del progresismo, o por lo menos su falta de arraigo en la población. Pese a su abrumadora presencia en los medios, es evidente que el mensaje progresista no ha calado en el común de los peruanos. Tras quince años de furiosa prédica antifujimorista, con diversos mitos que prácticamente han sustituido a la verdad, con docenas de organizaciones dedicadas a fustigar, perseguir, difamar, satanizar y marchar contra Alberto y Keiko Fujimori, han sido derrotados en las urnas sin atenuantes.

Lo más curioso es que toda esta gente inteligente y educada del progresismo no ha reconocido su derrota ni la ha analizado. Antes bien, lo que han hecho es tratar de minimizar el triunfo del fujimorismo apelando a las estadísticas. Una vez más, la manipulación de la estadística es lo único que tienen a mano para maquillar su derrota. Pero vale la pena revisar por qué el mensaje de estos intelectuales de izquierda no llega a las masas, como no llegó jamás su discurso setentero de “guerra popular, del campo a la ciudad”, entre otros mensajes.

No se puede dudar que la izquierda está llena de intelectuales. Aunque a estas alturas, ser catalogado como “intelectual” ya es poco mérito. En especial cuando nuestros intelectuales de izquierda han terminado como una caricatura triste, reflejados en la frase “revolucionarios de cafetín”. Lo máximo que han logrado es adueñarse de una universidad privada y organizar una argolla muy efectiva para dominar los medios. Hoy no se requiere ningún talento para tener una columna en la prensa, basta con ser miembro de la argolla “caviar”.

Los intelectuales de izquierda han estado siempre alejados de la realidad, aunque hacían excursiones a la sierra o se iban a vivir a una barriada para “proletarizarse”. Los líderes de nuestra izquierda setentera eran miraflorinos de apellidos ilustres: Dammert, Diez Canseco, Dancourt, Villarán de la Puente, Lynch, Letts, etc. Se les conoció como “maomiraflorinos” y luego como “caviares”. Pertenecientes a la crema y nata de la sociedad, eran de izquierda y preconizaban fantasías ridículas, como una guerra popular del campo a la ciudad. ¿En serio se creían semejante bobería? Sí, en serio se la creían. Por eso terminamos en la hecatombe terrorista. El hecho es que todo eso acabó con el derrumbe del comunismo mundial y la derrota del terrorismo. Después, los intelectuales del progresismo criollo acabaron buscando un culpable y apuntaron a Fujimori, como el responsable de aniquilar los sueños progres de un mundo feliz. Montaron la CVR para contar la historia a su manera; pero no conformes con ello, regaron toda clase de mitos y mentiras, que hoy son parte del discurso antifujimorista.

En estos días leo columnas encantadoras en las que el progresismo sigue predicando contra el “anticristo” fujimorista con mitos pueriles como “El ADN del autoritarismo”. Han caído en lo que se llama la reificación, y hablan del fujimorismo como si fuera un organismo, describiendo su personalidad y su perfil, ajenos al hecho de que el fujimorismo es un sentimiento popular. Siguen condenando al fujimorismo por haber interrumpido la sacrosanta “institucionalidad democrática”, cosa que al pueblo le tiene sin cuidado. Lo que la gente recuerda de Fujimori es a un presidente que les transformó la existencia quitándoles el miedo de viajar por el país, que les reconstruyó las carreteras, que les devolvió la estabilidad económica, la luz eléctrica diaria, que les permitió comprar sus alimentos básicos sin hacer colas, que les permitió que su dinero les alcanzara hasta fin de mes, que les devolvió el crédito, que abrió los mercados y modernizó el país, y que puso orden y paz. Eso es lo que el pueblo recuerda y valora del fujimorismo. Eso es lo que el pueblo espera de un gobierno. El resto es poesía.

Mientras nuestros intelectuales de cafetín sigan desconectados del sentir popular y de los valores que rigen la vida de la gente de a pie, no serán más que predicadores de alta sociedad, gurús de biblioteca y santones de academia, aclamados por periodistas afanosos de imagen y poses, pero ignorantes de que el pueblo está conectado con otra clase de programas y de mensajes.

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
28 de abril del 2016

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