Eduardo Zapata

La concesión de una estafa

La concesión de una estafa
Eduardo Zapata
05 de enero del 2017

Las concesionarias han invertido, pero el problema es ahora mayor que antes

Por Eduardo E. Zapata Saldaña

Por amar la bahía de Ancón y sus aguas calmas, así como por alejarme del mundanal ruido, prácticamente vivo todo el año allí desde hace mucho tiempo. Pernocto en Lima solo un día a la semana. Y porque transito por la Panamericana Norte y la Vía de Evitamiento y las conozco, no puedo aceptar los cuentos que nos narran tanto las autoridades municipales como las “concesionarias” a las que se les encargó un supuesto mejoramiento vial a cambio del cobro de peaje.

Antes de que las honorables empresas brasileñas se hiciesen cargo de la administración de estas vías, yo demoraba regularmente una hora y treinta minutos —o un poco menos— en hacer el recorrido desde Ancón hasta la avenida Primavera. Eran tiempos en los que EMAPE administraba las vías aludidas. Luego de las sesudas obras de ingeniería realizadas por los nuevos administradores, por el mismo tramo y circulando a las mismas horas tardo dos horas (o más) en llegar a mi destino.

Dado que se supone que una concesión vial se otorga fundamentalmente para lograr un tránsito seguro y fluido, y para asegurar el mantenimiento de las vías, y dado que el pago de un peaje debería significar un ahorro de tiempo, el calificativo que habría que dar a estas concesiones es simplemente el de estafa. Poco importa que se hayan hecho intercambios viales inútiles y que por tramos se tengan bonitos jardines verticales. El hecho concreto es que antes —bajo la administración de EMAPE— se pagaba casi la tercera parte de lo que hoy se paga. Con el añadido de que el viaje demora, ya lo hemos dicho, mínimo media hora más. En medio de caos.

El Diccionario de la Real Academia Española (RAE) define estafa como: “Cometer alguno de los delitos que se caracterizan por el lucro como fin y el engaño o abuso de confianza como medio”. Es evidente que las concesionarias sabían —por sus estudios técnicos— de los nudos que generaban y generan congestión vehicular. Todas las inversiones realizadas por las concesionarias han constituido más un maquillaje que una solución. Estamos, pues, y siguiendo la definición de la RAE ante obras que al no servir de soluciones reales tendrían “…como fin… el engaño o abuso de confianza como medio”. Por maquillajes y decoraciones, hoy quien transita por esas vías tiene que pagar tres veces más que antes y —en el colmo del escándalo— demorarse más tiempo.

La solución —por ejemplo— pudo ser un viaducto elevado que naciendo de Ancón aterrizase ya en la Vía de Evitamiento, pasado el Centro de Lima. Pero parece ser que el espíritu del carnaval carioca —contagiado a la Municipalidad de Lima en dos administraciones— prefirió costosos disfraces y maquillajes a algo que era su deber como concesionario: garantizar un tránsito seguro y fluido.

 
Eduardo Zapata
05 de enero del 2017

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