Raúl Mendoza Cánepa

La columna perdurable

Sobre el libro “Usted me desespera” de Marcela Robles

La columna perdurable
Raúl Mendoza Cánepa
17 de julio del 2017

Sobre el libro “Usted me desespera” de Marcela Robles

En el Perú escasean las columnas periodísticas que trasciendan al tema filosófico, existencial o metaliterario. Entusiasma, por tal, un libro que celebro por su hondura, expansión y calidad, Usted me desespera (Lápix Editores, 2017) de la escritora y periodista Marcela Robles.

El análisis de la autora nos transporta a experiencias, pensamientos y autores que siempre nos dejan algo. En “¿Y qué piensas hacer con el resto de tu vida?” nos induce a una interrogante clave, pero “no hay respuestas, ni recetas, ni jarabes para las fiebres que acompañan el proceso, ni pócimas para el dolor que esto causa, o para aceptar la alegría que uno se empeña en desterrar sin disfrutar lo mucho que tenemos y añorar lo poco que nos falta. Contemplo la grandeza del universo y constato que el crecimiento, bueno o malo, sigue implacable su curso, y que el mundo es un work in progress, una obra en construcción, en constante evolución. Aunque eso nos lleve eventualmente a nuestra propia destrucción”.

Nos persuade sobre los extravíos y sublimes hallazgos de la existencia. Nos remite a la trágica vida de Marie Curie, que lidió con la negrura del abismo mientras aportaba su grandeza al curso de lo humano. Sobrecoge la vida de Curie, pero no menos que la respuesta que Serrat le alcanza en una entrevista inolvidable: “A mí me gustaría poder intercambiarle a la vida algún día de los pocos que me quedan… Volver a pasar por mi calle cuando era niño, recuperar los olores, la piel de mi madre, el olor de cocina que había en mi casa”.

En otro artículo retrata a Juan Gelman y nos descubre que le escribió un poema de amor a una niña de once. “Se llamaba Ana, y ella lo rechazó desdeñosamente, «quizá porque era insensible a la poesía» —dijo él—. «Pero ella se fue y a mí me quedó la poesía»”. La poesía es un acto de resistencia contra el envilecimiento. El poeta se disculpa por la abolición del mundo. Abolir el mundo, cita Robles, lo puede hacer (según el propio Gelman), “un poeta villano como él”. Definitivamente, frente al dolor, la poesía nos redime y nos rebela frente a lo execrable.

La escritora transmite la sensibilidad de sus lecturas diversas e interpreta a Ayn Rand, Franz Kafka y a Marguerite Duras a cabalidad, dentro de su vasta selección de vidas y creadores. Aborda las materias del mundo. Constantino Carvallo (gran educador) es su referente. La verdad estremece y Robles lo cita en una frase memorable: “Me alegra que mis alumnos se vayan. Así me enseñan que las cosas bellas se terminan, pero que la vida continúa”.

Socava al lector cuando recuerda a su padre, Armando Robles Godoy: “Cuando visitaba a mi padre… siempre me acompañaba a la puerta del ascensor al despedirnos. Era una forma de sentir que ese era el único momento en que podíamos abrazarnos y decirnos un secreto que solo escucharíamos nosotros dos, o como si esa fuera la última vez que nos veríamos. En una de mis visitas, cuando la muerte ya lo andaba rondando, le susurré «¡ay! papá, qué difícil ha sido todo esto…». Su respuesta fue: «Lo sigue siendo, hija mía. Pero recuerda que todavía estoy aquí»”.

Aborda la incondicionalidad del amor, rebasando la lumbre de lo romántico para aproximarnos a la neurociencia. En “El virus del aburrimiento (O el arte de aprender a no esperar nada)” nos sosiega al advertir que es sabio no esperar. “La gente se aburre, y en lugar de atesorar y agradecer el tiempo que nos queda nos damos el lujo de pretender desaparecer toda una tarde que se nos viene por delante, quizás llena de sorpresas. Pero, como aparentemente se presenta vacía nos invade la ansiedad de llenarla de cosas por horror al vacío. Cuando cumplió cincuenta años, el actor Antonio Banderas señaló en una entrevista que le había desaparecido la ansiedad para convertirse en curiosidad, y no es que tuviera prisa, pero tampoco tiempo que perder”.

La autora nos invita a adentrarnos en los territorios de nuestro propio interior, nos muestra la sustancia de aquellas columnas que sobreviven al tiempo, pues representan la inquietud de lo humano universal, de lo que nos es entrañable y fundamental y que, por tal, habrán de prevalecer y perdurar.

 

Raúl Mendoza Cánepa

Imagen: Leeporgusto.com

Raúl Mendoza Cánepa
17 de julio del 2017

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