Jorge Morelli

La cola mueve al perro

La cola mueve al perro
Jorge Morelli
02 de julio del 2014

El proyecto Gasoducto del Sur parece ser mucho más que eso

El culebrón de la buena pro del Gasoducto del Sur recién comienza. Otorgada a un postor único, el otro postor, descalificado faltando una hora, ha señalado que su oferta era mejor para el país. 

Como si eso no fuera suficiente para una novela de intriga, agregue usted los siguientes ingredientes. El diario El Comercio ha editorializado hace poco que el Gasoducto de Camisea a Tacna –de más de 7 mil millones de dólares- no se paga a sí mismo con el mercado del sur del Perú. La única forma de que sea rentable es venderle energía al norte de Chile. Mejor, desde luego, vendérsela en forma de electricidad producida con gas. La transformación de gas en electricidad en el sur es, entonces, un negocio conexo. Pero sucede que el Perú, evidentemente, no va a tomar la decisión política de venderle energía a Chile mientras esté pendiente el asunto de las tres manzanas y media del triángulo terrestre en la frontera, que luego del fallo de La Haya ha quedado convertido en una playa peruana con mar chileno. Este imposible material es una ficción jurídica que se tiene que resolver o el Gasoducto no es rentable. 

Como si fuera poco embrollo, ocurre además que la buena pro la ha ganado el consorcio encabezado por la constructora brasileña Odebrecht, que hace poco se fue tirando la puerta de la licitación de la Línea 2 del Metro de Lima porque presentó observaciones técnicas que no fueron tenidas en cuenta. Desde entonces ha pasado bastante agua bajo ese puente. El ministro ya no está. La buena pro otorgada a Odebrecht significa la paz entre la constructora brasileña y el gobierno. 

Y podría significar la paz también entre el gobierno y el diario El Comercio, al que el gobierno incomprensiblemente declaró la guerra de la “concentración de medios”. La constructora peruana Graña y Montero, que suele participar en los proyectos de Odebrecht, está vinculada al diario El Comercio y su participación en el megaproyecto sellaría con broche de oro la paz que pondría fin a esa guerra sorda. Todo con la bendición de la SIP, el vaticano de la prensa, que la semana pasada envió a Lima una misión de observación que concluyó, en adelanto, que no parece amenazada la libertad de prensa en el Perú. El diario La República y media docena de periodistas que firmó por esa camiseta serían los grandes perdedores. 

El Gasoducto del Sur es, pues, más que un gasoducto. Es una doble vía de pacificación de varios frentes políticos internos y externos. Como el salame se corta por rebanadas, estamos emprendiendo un proyecto que no tiene todavía compradores en la esperanza de que la cola mueva al perro.

Por Jorge Morelli

Jorge Morelli
02 de julio del 2014

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