La ceguera de las izquierdas

Los peruanos quieren mejores servicios, no aventuras revolucionarias

Marco Arana, líder de Tierra y Libertad, se ha definido ideológicamente como ecosocialista libertario; es decir, una confusa amalgama de las tesis del socialismo marxista y del ecologismo radical, que sostiene que el capitalismo sin regulación democrática deteriora el medio ambiente. Por esta posición, Arana tiene la animadversión de los gremios empresariales mineros, que lo ven como la reencarnación del monje Savonarola que quiere restaurar la sociedad medieval de campesinos pobres. También, es verdad que la izquierda ha contribuido a esta demonización de Arana, al tener una posición ambivalente sobre el rol de la minería en el desarrollo nacional.

Las izquierdas sostienen una fanática defensa del medio ambiente y han logrado paralizar inmensas inversiones mineras en Cajamarca. Y pretenden hacerlo también en el sur andino, con la complicidad del Estado que es incapaz de acompañar políticamente a los pueblos y a los inversionistas en recursos naturales. Sin embargo, las izquierdas, no tienen una alternativa seria de explotación de los recursos naturales que ayude al Perú a solucionar sus problemas. Por otro lado, están las organizaciones sociales que tienen miedo a la gran empresa que los avasalla, y no comprenden la diversidad de demandas de los pueblos y comunidades que viven abrumados por la pobreza.

Por otra parte, está la izquierda pequeña burguesa liderada por Verónika Mendoza, Marisa Glave y Pedro Francke, que acaban de renunciar a Tierra y Libertad acusándolo sutilmente de ser un partido sectario al impedir la inscripción de nuevos militantes. Los caviares —como los llaman los ortodoxos militantes de Tierra y Libertad— querían tomar la dirección del Frente Amplio y promover una línea política que privilegie la lucha de las minorías homosexuales, la despenalización del aborto y, la legalización de la marihuana con fines recreativos. Esta izquierda de cenáculos miraflorinos está organizando la recolección de firmas para un nuevo partido de “izquierda democrática” vinculado al gobierno de PPK, a quien apoyaron incondicionalmente en la segunda vuelta electoral.

También tenemos, como menú de chifa, a la izquierda tradicional representada por Patria Roja, el Partido Comunista Unidad, Fuerza Social y el colectivo Ciudadanos por el Cambio, que también recogen firmas para su propia plataforma electoral; además, de plato de fondo, la izquierda campesina de Gregorio Santos, que en alianza con los antauristas recorren el país con un discurso nacionalista y xenófobo, similar al de Donald Trump y la extrema derecha europea. Por ejemplo, esta izquierda exige a todos las inversiones primero la mano de obra local, rechazando violentamente a los trabajadores foráneos.

Es decir, las izquierdas están ciegas. No ven a los diez millones de peruanos sin agua ni desagüe, menos al 85% de agricultores que no tienen acceso al crédito ni a los cinco millones de peruanos que no tienen títulos de propiedad. Las izquierdas ignoran las demandas regionales que exigen carreteras, aeropuertos, puentes, teléfonos, Internet, obras, trabajo. Tampoco, ven a los millones de peruanos que reclaman por los altísimos intereses de las tarjetas de crédito, el cobro excesivo de comisiones y de los abusos de las empresas de transporte público, telefonía, aviación y, electricidad. No comprenden el significado democratizador del libre comercio y la inminente cuarta revolución tecnológica que transformará el mundo. No entienden que los peruanos quieren mejores servicios, no aventuras revolucionarias que son fantasías de mentes ociosas.

Finalmente, la izquierda no distingue que la revolución social no es la quimera socialista de una vanguardia iluminada, sino la acción heroica de todos los peruanos que demandan libertad e igualdad de oportunidades.

Tino Santander Joo