Martin Santivañez

La bestia

La bestia
Martin Santivañez
21 de noviembre del 2016

Una prueba concreta sobre la falsedad del supuesto “materialismo científico” es lo que sucede a cada rato con los muchachones del Frente Amplio, eternos adolescentes de la política nacional. Según su ideología determinista, la revolución es cuestión de tiempo y contradicciones. Es un hecho científico camaradas: la dialéctica debe triunfar. Sin embargo, la única contradicción que emerge cuando a los verónicos se les acaba el dinero chavista es la contradicción propia del estigma de Caín. Hay poca ciencia en la miseria moral de nuestros revolucionarios. La falta de principios los conduce a fagocitarse entre ellos en busca del Inca perdido que los conduzca al paraíso chavista por el que suelen suspirar.

No es de extrañar que un colectivo que votó por PPK, el epítome del capitalismo global, debido a un odio invencible por Keiko Fujimori termine mordiéndose la cola de esta forma. El cainismo es un hecho poco científico y muy humano y denota la fragilidad de los principios que unen a nuestra izquierda. Por eso, el temor que despierta el Frente Amplio y sus candidatos es un temor racional pero exagerado. Es, si me permiten la alegoría, un temor que impide ver el horizonte. Una imagen que ilustra la verdadera fragilidad de la izquierda es la del vehículo que trajo el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama: la bestia.

En apariencia se trata de una fortaleza rodante dotada de la ciencia necesaria para evadir todo obstáculo e imponerse en todo terreno. Cualquiera diría que es un prodigio de ingeniería y diseño, un artefacto insuperable e imbatible, un Titanic de ocho toneladas que asegura la victoria final. Sin embargo, pocos reparan en dos elementos esenciales: se trata de un automóvil de paz, no es un tanque de guerra. En medio de una conflagración convencional, el presidente abandonaría a la Bestia para irse corriendo a un búnker. Y el presidente, el conductor de la Bestia, es un ser humano que se puede equivocar. Y de hecho se equivoca.

Lo mismo sucede con la izquierda peruana. No soporta una guerra de ideas. No está hecha para la batalla del pensamiento. Sucumbe ante los misiles del sentido común. No tiene nada que mostrar en el plano de la gestión. Su blindaje científico es solo ideología y no resiste el bombardeo de los problemas del día a día. Se derrumba ante una guerra convencional y solo transita por la vía pública porque ha construido una falsa imagen de infalibilidad. Sus teorías se estrellan con los baches de la rutina diaria. Y sus líderes, en apariencia invulnerables y dotados de una armadura conceptual sin fisuras, yerran en sus decisiones y estrellan el armatoste pesado del Frente Amplio contra la realidad nacional. La Bestia izquierdista no es invulnerable. Sus conceptos tienen que ser enfrentados en el fragor de una guerra cultural. Y sus vehículos deben ser perseguidos y tomados, uno a uno. No olvidemos nunca que los seres humanos que conducen las naves revolucionarias nos demuestran todos los días su profunda miseria moral.  

Martin Santivañez
21 de noviembre del 2016

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