Martin Santivañez

La autonomía universitaria

La autonomía universitaria
Martin Santivañez
29 de agosto del 2016

Amenazada por el controlismo estatal y la ideología izquierdista

La amenaza principal contra el principio constitucionalmente consagrado de la autonomía universitaria no es una amenaza legal per se. No se trata de una ley concreta, de una reforma estructural, de organigrama o de control. El que no comprende que la destrucción de la autonomía universitaria tiene una raíz ideológica, no diagnostica correctamente la gran guerra cultural que las izquierdas y sus aliados intentan llevar a cabo para conquistar el Perú del futuro. La ley universitaria puede ser criticable, e incluso se puede modificar parcialmente, pero lo realmente peligroso no son dos o tres artículos de la ley. Lo realmente nocivo es el principio que subyace a una reforma estructural que, en la práctica, atenta definitivamente contra el principio clásico de la autonomía universitaria.

La autonomía universitaria se funda en la dualidad clásica del poder y la autoridad. En teoría, la universidad es autónoma porque tiene una auctoritas concreta, un saber socialmente reconocido. En la práctica, la auctoritas de las universidades varía; y es precisamente en base a esta variación de la calidad que los partidarios de la destrucción de la autonomía encuentran su argumento más utilizado: es preciso intervenir estatalmente en las universidades públicas y privadas para asegurar la calidad.

La intervención en las universidades solo puede estar justificada si nos encontramos ante una causa de fuerza mayor. Pero una reforma nunca es una causa de fuerza mayor. Una reforma es un proceso consensuado en el que los stakeholders son convocados para lograr un acuerdo en base a equilibrios. El posibilismo es el principio fundamental en el que debe basarse toda reforma, no la imposición unilateral disfrazada de control imparcial.

El atentado contra la autonomía universitaria está fundado en un movimiento ideológico concreto: el de la progresía global. El control de la educación forma parte de la estrategia de lo políticamente correcto, una forma de pensamiento débil y disolvente que debilita o tergiversa las nociones de patria (aquí hubo un conflicto armado interno, no terrorismo), familia (el aborto y la unión civil son caminos legitimados por la educación pública) y orden político (algunos movimientos políticos son antidemocráticos para siempre; principalmente, Fuerza Popular). Si la educación reformada intenta fomentar estos extremos, el chip ideológico que se inserta en los universitarios es un chip sesgado, que responde a un proyecto político fácil de identificar.

La destrucción de la autonomía universitaria concentra un poder enorme en el Estado (un Estado ineficiente), que viene a reemplazar la libertad del claustro por el control político de organismos parcializados ideológicamente. Es sencillo rastrear a qué sector ideológico-partidista favorece el excesivo reglamentarismo y por quién doblan las campanas en el sector educativo. Conviene, además, denunciar cómo se pretende que la autoridad libre de numerosos claustros de calidad se someta ante un poder político infatuado, que pretende reformar las universidades aniquilando el principio clásico de la autonomía universitaria. Después de todo, en la educación universitaria libre, moderna y de calidad se juega el futuro inmediato de todo el Perú.

Martín Santiváñez Vivanco

 
Martin Santivañez
29 de agosto del 2016

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