Tino Santander

¿La amenaza de los radicales?

Un bluff utilizado por el fujimorismo para limpiar su imagen

¿La amenaza de los radicales?
Tino Santander
24 de abril del 2018

 

Algunos medios de comunicación limeños creen que, ante el descalabro moral de la clase política, los movimientos o “lÍderes” radicales son un peligro para el establishment neoliberal. Los distinguidos analistas son intelectuales citadinos muy ilustrados, pero desconocen o no entienden a quienes son diferentes a ellos. Además siempre ven en toda protesta social a los radicales, cuando casi nunca están; incluso afirman que estas organizaciones sociales promueven la agitación social y están vinculadas al terrorismo, que quiere implantar una dictadura chavista (Goyo Santos), promover un demencial nazismo andino de raza cobriza (Antauro Humala) o construir una sociedad de agricultores y pastores pobres, liderados por el ecologismo radical de Marco Arana.

Los medios conservadores creen que los pequeños sectores de la clase media liberal radicalizada que lidera Verónika Mendoza (Nuevo Perú) son un peligro al estatus conservador peruano, porque defender los derechos civiles de las minorías homosexuales y liberar las drogas recreativas contraviene sus convicciones religiosas. Las organizaciones de padres de familias, como “Con mis hijos no te metas”, los acusan —injustamente— de ser promotores de la homosexualidad y el consumo de drogas, y frente a este señalamiento no han sabido responder políticamente.

El radical Mao gritaba al mundo: “Los imperialistas yanquis son ‘tigres de papel’”. Y luego se alió con los “tigres de papel” para combatir al social imperialismo soviético del siglo XX. Los llamados radicales hacen mucha bulla, pero nunca están en las protestas sociales de cientos de pueblos y comunidades que exigen infraestructura social y productiva. No están en las faenas comunales ni en las organizaciones agrarias que quieren ser exportadores; no están en las organizaciones de los comerciantes informales ni en ninguna actividad productiva rentable porque su discurso no tiene espacio ni audiencia.

No están con los diez millones de peruanos que no tienen agua ni desagüe, no están en el VRAEM (que está controlado por el narcotráfico), no tienen un partido que los agrupe y están divididos. Son simplemente pequeñas sectas ideológicas alejadas del movimiento social que va por otro lado. Son en realidad un bluff utilizado por el fujimorismo para afianzar su imagen del partido del orden y la autoridad.

Algunos analistas dicen que el SUTEP está conducido por dirigentes senderistas y extremistas que lo único que buscan es agudizar las contradicciones con el Estado y generar condiciones para una insurrección popular. No es verdad, el SUTEP está dividido, y después del fracaso de la huelga no tiene la fuerza para volver a convocar un paro a nivel nacional. La masiva concurrencia del magisterio a los exámenes de la carrera pública magisterial es una derrota política al delirio radical. Es más, algunos liberales señalan que el SUTEP no debe tener el monopolio de la enseñanza, y que esta debería liberalizarse para que profesionales de otras áreas accedan a la carrera magisterial, y que así tendríamos un mejor educació. Pero eso no se implementa por la falta de coraje político de los sucesivos gobiernos.

Los radicales tampoco tendrán un espacio en las próximas elecciones regionales y municipales, que serán controladas por las mafias de narcotraficantes, de taladores ilegales y de contrabandistas, y por las empresas proveedoras de servicios a los gobiernos locales y regionales. Será la danza de los millones para capturar el poder político regional, para lavar dinero y hacer negocios privados con dinero público, al estilo PPK. Son estas mafias las que controlan la mayoría de movimientos regionales en todo el Perú. He allí el peligro real. Los radicales son un cuento chino. La pregunta es ¿a quién le conviene promover a los radicales y olvidar a las mafias regionales?

 

Tino Santander
24 de abril del 2018

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