Marco Sipán

Keiko y la posibilidad de un narcoestado

Keiko y la posibilidad de un narcoestado
Marco Sipán
17 de mayo del 2016

Una investigación vuelve a vincular fujimorismo y narcotráfico

Un reportaje transmitido por Univisión —y que repitió en televisión nacional Cuarto Poder, el programa de América Tv— mostró detalles de una investigación de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), en la que supuestamente se incrimina al legislador Joaquín Ramírez, secretario general de Fuerza Popular. Esto sería, de comprobarse la investigación, preocupante para el país y un duro golpe político para el fujimorismo. Y la propia Keiko Fujimori no hizo más que empeorar las cosas cuando, en una llamada telefónica “al aire” durante el mencionado programa, colgó intempestivamente, dejando con la palabra en la boca a los periodistas y sin dar ninguna explicación sobre los hechos denunciados.

El fujimorismo en los noventa estuvo indudablemente relacionado con el narcotráfico. Recordemos que en mayo de 1996 se descubrieron 174 kilos de cocaína escondidos en el avión Douglas DC-8-62F, que durante mucho tiempo había sido utilizado como avión presidencial. El destino era Rusia, y el comandante Luis Escárcena, entonces edecán del ex presidente Alberto Fujimori, fue implicado junto a 27 personas más. Hoy está cumpliendo su pena de 25 años de cárcel por delitos contra los Derechos Humanos.

Muchos países han tenido y tienen gobiernos con funcionarios o grupos internos que son parte de redes de organizaciones criminales y de narcotraficantes. Y han sido la sociedad civil y las instituciones autónomas las que han debido trabajar intensamente para derrocar a esos gobiernos. Sin embargo, la experiencia mexicana nos muestra una problemática mayor, que es cuando el propio Estado se vuelve un mecanismo de poder del narcotráfico; es decir, cuando se convierte en un “narcoestado”. Algunos analistas han alertado que ese mismo camino lo podría estar recorriendo el Perú.

Según Arsinoé Orihuela: “Un narcoestado es un Estado donde la institución dominante es la empresa criminal. Los funcionarios de ese Estado están todos coludidos con el narcotráfico, pero no por una cuestión de corruptelas personales o grupales, sino sencillamente porque el narcotraficante es el patrón de ese Estado. Y con los narcofuncionarios, los patrones —la empresa criminal— ganan mucho más. En este sentido, la impotencia o negligencia de las instituciones para perseguir a los delincuentes es la ley natural de un narcoestado. El Estado se convierte en el brazo legalmente armado de la empresa criminal”. Sin duda es un grave peligro para la sobrevivencia de nuestra sociedad que el narcotráfico capture al Estado, e imponga sus lógicas criminales y sus antivalores como sentido común.

Siempre hubo denuncias sobre la vinculación entre el fujimorismo y el narcotráfico, que fueron acalladas por los representantes de esa fuerza política; no obstante, muchos colaboradores del régimen de los noventa terminaron procesados por narcotráfico. Asimismo, la nueva versión del fujimorismo, con Keiko a la cabeza, también ha sido vinculada con gente que tiene investigaciones por ese tipo de delitos. Pero hasta ahora tales denuncias no implicaban un deterioro en la popularidad de la candidata (los medios escondían esas noticias) y, por lo tanto, Keiko Fujimori se pensaba segura en su rumbo a Palacio de Gobierno.

En esta oportunidad no ha sido así, esta vez sí tiemblan Keiko y todo el fujimorismo (a excepción de Kenji) ante la posible caída del respaldo popular. Pero ¿por qué antes se sentía segura y hoy tiembla? Probablemente sea que, debido a que el fujimorismo aseguraba la continuidad del modelo —contra las candidaturas antineoliberales—, la derecha mediática, los técnicos neoliberales, los grupos de poder económicos y demás interesados,escondían todo que mellara la popularidad de Keiko. Hoy, que no existe la amenaza antineoliberal, la DEA (que este caso lo sabía desde hace años), es decir los EE.UU., comienzan a sacar a la luz lo que podrían ser “las grandes mochilas” que carga el fujimorismo. ¿Es posible que con esto la embajada gringa le esté marcando a la derecha peruana el rumbo hacia donde migrar? ¿O será una simple investigación periodística que todavía debe corroborarse?

 

Marco Sipán

 
Marco Sipán
17 de mayo del 2016

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