Hugo Neira

Juan Carlos I, el rey sensato

Juan Carlos I, el rey sensato
Hugo Neira
09 de junio del 2014

El gran artífice de la Transición española.

El Rey abdica. La noticia ha corrido como un reguero de pólvora. Se anuncia una sucesión para este 18 de junio. En otra monarquía constitucional —Holanda, Suecia, o la misma Inglaterra, donde Isabel II reina a sus ochenta y tantos años—, eso sería un pase normal de bastón. En el caso de Juan Carlos I tiene otro cariz. Otra vez hay sombras sobre los cielos de España. El Soberano que hizo la Transición española, tras la muerte de Francisco Franco, ¿se va? El Rey es esa historia. La de una hábil artesanía política. Desde una España franquista construye otra, una España democrática y plural. Y con Autonomías que reconocen las otras Españas, catalana, vasca, gallega. ¿Esas mismas que ahora amenazan romper España?

La prensa española le reconoce unánimemente ese mérito: la Transición. Pero acaso ese entierro del franquismo, hoy nos parezca simple: a un general, tras una prolongada dictadura, le sucedía un Rey. Hace de eso 39 años. Además, el Caudillo, legalmente desde 1947 regente, prometía el retorno de la Monarquía, cosa que nadie le creía. Así, mientras Franco conducía España con puño de hierro, el joven Juan Carlos, Príncipe de Asturias, se preparaba, se casaba, se instruía: doble instrucción, derecho y economía en Madrid; y en las tres armas en la Academia de Zaragoza. Ahora bien, Juan Carlos I llega al trono para desfranquizar España. Fue aquello algo muy riesgoso. Un laborioso proceso de salida de la dictadura. Y a la vez, la sorpresa de una España democrática. Obra de su voluntarismo, al lado de Adolfo Suárez, hay que decirlo. Y de políticos de una izquierda inteligente, Felipe González y Santiago Carrillo. Tampoco les fue fácil. Había que ver al legendario Carrillo portando la bandera española y no la republicana.

Franco muere un 22 de noviembre de 1975. El joven Rey juramenta dos días después ante las Cortes. Es decir, ante un parlamento corporativo, franquista. Sus primeros pasos no fueron decisivos. Es solo cuando llama a a Adolfo Suárez, que comienza la gran transformación. El temor de los españoles era a un regreso a los años de la guerra civil. El referéndum de la Reforma, el 15 de diciembre de 1976, lo cambia todo. (Lo he vivido, desde un diario madrileño.) Consultados por primera vez en 40 años, los españoles votan por una «reforma política». Abrumadoramente, al 98%. Juan Carlos I, el rey sensato, encuentra en esa consulta su propia legitimidad. E inicia una reforma legal y «desde arriba». Hacia un régimen europeo normal con partidos y parlamento, una serie de pasos. En febrero, inscripción de partidos políticos. En abril, adiós al «movimiento» y legalización del prohibido partido comunista. En junio, elecciones generales para una Constituyente. Es otra sorpresa. De las urnas surge una corta victoria de la UCD. Seguida de cerca por los socialistas de Felipe González. Triunfan los centrismos, izquierdas y derechas moderadas, pese a que ETA siguiera con sus atentados. En 1978, larga deliberación entre fuerzas políticas y una nueva Constitución muy consensuada. La actual.

¿Y ahora? ¿Una segunda Transición?

Con una crisis, en parte importada y en parte debida a excesos en el gasto del Estado y de los propios españoles, se suman escándalos ligados a la familia real —el caso Nóos, o caso Urdangarín, marido de la infanta Cristina, duque consorte— y se enfría entonces el entusiasmo monárquico en una España de millones de parados. Así pues, nos preguntamos si esa abdicación es inevitable ¿o es el último servicio del Rey? Sea como fuera, qué lección. Porque en este continente, al poder se llega y se queda. De Fidel a Chávez, Evo Morales o Correa. Mientras en el caserón de Palacio de Gobierno, flota siempre la tentación de otro Leguía. No es el caso de España. El Rey sensato que ayer tomó las medidas necesarias para que España dejase de ser una autocracia, ¿decide hoy irse? Mis respetos.

Por Hugo Neira

Hugo Neira
09 de junio del 2014

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