Guillermo Vidalón

Izquierdas + terror + caos

Izquierda parlamentaria presenta moción de vacancia presidencial

Izquierdas + terror + caos
Guillermo Vidalón
07 de febrero del 2018

 

En el Perú, hablar de las izquierdas es analizar su discurso ideológico y confrontarlo con sus acciones. En 1970 su propuesta era radicalizar el “Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas”, y su conducta fue infiltrarse en él y acabar con todo resquicio de ejercicio democrático. Los alcaldes y regidores eran designados por la cúpula militar.

En 1969, impusieron su Reforma Agraria, generaron millones de propietarios en el campo, pero desarticularon las unidades productivas agrarias, por más que se pretenda argüir que crearon las “Sociedades Agrarias de Interés Social” y las “cooperativas”. Estas —que en teoría “eran de todos”, del “pueblo”— terminaron en manos de unos cuantos para beneficio de ellos mismos y perjuicio de la inmensa mayoría.

Más allá del impacto social de la Reforma Agraria, la historia ha demostrado que fue un enorme fracaso económico. Esa es la razón por la cual se ha reagrupado —directa o indirectamente— la administración de la tierra para que vuelva nuevamente a ser productiva: ese es el éxito los agroexportadores.  En tanto que el campo desorganizado es —por ejemplo— el de los productores de papa, atomizados y sin posibilidad de desarrollo autónomo, que producen sin atender la demanda de los consumidores locales o extranjeros. Y si tienen una mayor producción no les genera ganancias sino todo lo contrario, pérdidas.

¿Cuál es el rol de las izquierdas? Promover el caos y la zozobra. Les dicen a los paperos que el Estado les debe pagar un precio de refugio; es decir, que todos los contribuyentes paguemos un subsidio. Nunca optan por una solución definitiva que se sustente en la relación entre la oferta y la demanda. Claro que las cúpulas de las izquierdas saben cómo funciona el mercado, pero aprovechan esta circunstancia para generarse “simpatizantes” por medio de medidas populistas.

Las izquierdas, con sus propuestas, quebraron el campo en 1969, generaron la caída de la producción agrícola a nivel nacional y, por consiguiente, el empobrecimiento y migración masiva de millones de campesinos. Esto propició el crecimiento desordenado de las ciudades, el caos del transporte urbano y la insuficiente producción e inadecuada distribución de agua. Ese es el motivo por el cual los más pobres pagan más por el agua, porque carecen de agua en sus domicilios, y las izquierdas se oponen a la privatización de las empresas prestadoras de este servicio para generar otro escenario de conflicto.

Para quienes permanecieron en el campo, el discurso izquierdista llegó con “vamos a incendiar la pradera, del campo a la ciudad”. Un eslogan de propaganda política que sirvió de caldo de cultivo para que sus grupos alzados en armas engañen a miles de jóvenes que murieron bajo los designios de líderes que vivían en barrios acomodados de la capital.

Las izquierdas solo pueden obtener votos de los empobrecidos del campo, ya no tienen más de qué despojarlos. La alternativa económica y rentable en la sierra es la producción y regulación del agua financiada con la contribución que genera la minería para el Estado.  Pero, ¿qué dicen las izquierdas al respecto? Elaboran el discurso atractivo de las “cabeceras de cuenca” para proscribir la actividad minera. El empobrecimiento de la sierra parece ser condición sine qua non para mantener un “colchón social” a su favor.

Recientemente, las izquierdas se han presentado junto a líderes de grupos subversivos supuestamente arrepentidos. Argumentan que una vez cumplidas sus penas tienen derecho a la participación política, “como cualquier otro ciudadano”. Discurso público, conductas diferentes, ¿acaso no es lo mismo que demanda su brazo más radicalizado cuando piden amnistía y participación política de las organizaciones de fachada de la subversión senderista? Lo que sucede es que por estrategia no les conviene presentarse reagrupados en un gran frente, mejor de a pocos…

Durante el Gobierno de Valentín Paniagua (ocho meses entre los años 2000-2001) se produjo la mayor liberación de terroristas sentenciados en un periodo tan corto, ¿Quiénes integraron su gabinete ministerial? Un candidato al Congreso de la fenecida Izquierda Unida y una regidora de la misma agrupación.  Años después, la regidora se convirtió en la alcaldesa Odebrecht, la misma que aún no sabe quién generosamente financió la campaña en contra de su revocatoria. El mismo personaje candidateó a la Presidencia el 2011 y denunció que Ollanta Humala era el capitán Carlos, a quien señaló como responsable de desapariciones forzadas y asesinatos en la Base Militar de Madre Mía. También denunció a Daniel Urresti, candidato presidencial del humalismo, de haber asesinado personalmente al periodista Bustíos. Pero, los tiempos cambian y la captura del poder y el sometimiento de las mayorías resultan siempre más importantes para las izquierdas. Susana Villarán se convierte en compañera de fórmula del humalismo junto a Daniel Urresti. El discurso reivindicativo de los Derechos Humanos ya no les resultaba útil.

Hoy la izquierda parlamentaria vuelve a presentar mociones de vacancia presidencial. Cuando en diciembre pasado negoció su oportuno retiro del parlamento, no lo hizo por distanciarse del keikismo fujimorista, sino porque su discurso y su conducta siempre estarán reñidas. En la actualidad, reiteran su pedido de vacancia porque pretenden generar una oportunidad para asirse del poder propiciando el caos y terminar como la Venezuela de Maduro, que tanto admiran.

Ojalá los otros grupos políticos no le sirvan de furgón de cola y dejen que la Fiscalía y el Poder Judicial cumplan sus funciones sin presiones políticas.

 

Guillermo Vidalón
07 de febrero del 2018

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