Octavio Vinces

Incoherencias a favor de autoritarismos

Incoherencias a favor de autoritarismos
Octavio Vinces
30 de julio del 2014

Cómo la izquierda latinoamericana se escuda en la democracia que repudia

Dentro de la historia política, la democracia liberal es el sistema que cuenta con las instituciones más endebles, disminuidas como éstas se encuentran gracias al marco constitucional, el control de poderes, el reconocimiento irrestricto de los derechos humanos y la tolerancia de las minorías. Instituciones que conforman los axiomas sobre los que se ha edificado el llamado «Estado de Derecho». Y si a esto añadimos el factor de la corrección política —esa especie de lenguaje automutilado, nacido de la combinación del «affirmative action» de las izquierdas ilustradas de los Estados Unidos con el sentimiento de culpa judío-cristiano—, que se ha impuesto como el único código de comunicación aceptable dentro de las sociedades occidentales, no es de extrañarse que los autoritarismos sean capaces de usar a su favor los símbolos más representativos de la propia democracia.

Es este un resultado previsible, si nos atenemos a la ausencia de escrúpulos que los autoritarismos son capaces de desplegar, y a la escasa resistencia que las instituciones democráticas son capaces de oponer. El fin justifica los medios, y de qué manera. Nada nuevo bajo el sol: al fin y al cabo, las revoluciones y las guerras han propiciado el desarrollo de actos delincuenciales justificados en una visión finalista, en el cumplimiento de un objetivo superior; sea este una credo religioso o político o la reivindicación popular o la defensa de la patria. Los «revolucionarios» latinoamericanos del presente, sin embargo, han encontrado en el respeto formal de las instituciones democráticas al escudo defensa ideal. Y así parte de la democracia que pretenden pervertir, termina avalándolos.

Lo que ha venido sucediendo en el sistema interamericano es claramente ilustrativo. Durante los últimos años la OEA, cuya función es precisamente garantizar la democracia dentro de la región, ha servido fielmente como defensor del chavismo y de los hijos que ha ido sembrando en nuestros países, y de esa manera se ha convertido en el aval de un autoritarismo plebiscitario que manipula a su antojo las instituciones democráticas cuya existencia formal conserva en apariencia.

Paralelo a esto, entre algunos intelectuales del Primer Mundo sobrevive un sentimentalismo que aboga a favor de toda «revolución» que desde el Tercer Mundo procure la liberación del yugo capitalista, especialmente norteamericano. Se trata de los descendientes de aquellos que se entusiasmaron por el castrismo y antes ejercieron de defensores a ultranza del propio Stalin. Ya comenzamos a ver el fruto de estas posiciones. Hace unos meses, la Universidad de Barcelona otorgó a Rafael Correa el título de Doctor Honoris Causa por sus «notables aportes a la innovación educativa». ¿Es que un enemigo declarado de la libertad de expresión puede ser un promotor de la educación? Esto es únicamente posible si nos estamos refiriendo a una educación formadora de autómatas y negada a toda capacidad crítica. Sin libertad de expresión no existe educación de calidad posible. La contradicción salta a la vista.

Estamos ante un abanico de incoherencias que juegan a favor de los autoritarismos. ¿Cómo podrá la verdadera democracia defenderse ante estos sutiles embates?

Por OctavIo Vinces

Octavio Vinces
30 de julio del 2014

NOTICIAS RELACIONADAS >

El nuevo rostro de Bolívar

Columnas

El nuevo rostro de Bolívar

Paciencia, sensatez y sentido común, fundamentales en Venezuela   ...

11 de diciembre
Villanos en el campo de juego

Columnas

Villanos en el campo de juego

El gran parecido entre la tolerancia venal de la Conmebol y ciertos ca...

02 de julio
Estirpes, herederos y dinastías republicanas

Columnas

Estirpes, herederos y dinastías republicanas

A propósito de uno de los dudosos legados de los discursos antisistem...

25 de junio

COMENTARIOS