Fernando Vigil

Imprimiendo progreso

Imprimiendo progreso
Fernando Vigil
02 de octubre del 2015

Sobre el ingenio, la creatividad y las capacidades individuales.

Durante una clase universitaria pregunté a mis alumnos cuáles creen que son los inventos que habían generado progreso para la humanidad; y los que estaban por venir. Las respuestas fueron diversas: la máquina a vapor, la bombilla eléctrica, la computadora, el internet, etc. Pero hubo una que me pareció más que coherente: la impresora 3D. Cuánta razón tenía.

Las impresoras 3D son máquinas capaces de fabricar un objeto sólido tridimensional a partir de un modelo digital diseñado con un software de 3D. Basta con ingresar el diseño del producto en la computadora, escoger los colores, las dimensiones y materiales deseados, darle “enter”, e inmediatamente la impresora empieza a fabricar (imprimir) el producto.

En nuestros días podemos ver como este fabuloso invento, que ya se usaba hace unos 30 años, ha ido evolucionando y ya está al alcance de nuestras manos. Muchas noticias nos han mostrado que se ha logrado “imprimir” desde automóviles hasta casas, prótesis para discapacitados, órganos del cuerpo humano listos para ser trasplantados; e incluso ya se habla de la posibilidad de imprimir algunos alimentos. Todas estas impresiones a bajo costo (por debajo del costo marginal del producto originario), serán realmente beneficiosas para los más pobres.

Maravillas como esta, y todas las demás creaciones de las que hoy podemos gozar, han sido posibles gracias al ingenio y creatividad de hombres libres que perseguían intereses individuales, más no intereses colectivos o lo que algunos denominan “bien común”. Esta libertad permite a las personas convertirse en seres humanos capaces de utilizar sus talentos y capacidades como lo deseen, en beneficio propio y tácitamente en beneficio de la sociedad. Por ejemplo, ni el Estado, ni ningún tipo de coacción colectivista, obligaron a Thomas Alva Edison a crear la bombilla eléctrica. Fueron sus intereses particulares los que lo llevaron a crear tan magnífico invento al identificar una grandiosa oportunidad de negocio en el mercado. Si fue obligado por algo, fue por una “mano invisible”. Este interés particular generó bienestar para la humanidad. Hoy, casi todos tienen un foco en casa.

Como es obvio, los hombres libres viven en sociedades libres que tienen como estandarte al capitalismo. Solo las sociedades libres generan los incentivos suficientes para seguir siendo creativos, pues esa creatividad es premiada, no necesariamente a través de las regalías que inventores perciben por las patentes que protegen su “propiedad intelectual”, sino por el simple hecho de suministrar productos que benefician la vida de las personas que los recompensan al comprarlos. Es por ello que las economías más libres son las más ricas, pues son las más creativas e innovadoras; por lo tanto, se desarrollan más rápido. Es cierto que las naciones que no abrazan la libertad también tienen capacidad creativa, sin embargo, no existen incentivos para seguir creando porque el creador jamás podrá gozar de los beneficios de su creación.

La libertad ha demostrado ser más exitosa en lo que a generación de riqueza se refiere, y los beneficios son para todos, principalmente para los más pobres. Por ello, una sociedad jamás podrá prosperar si opta por elegir objetivos comunes y obliga a sus ciudadanos a trabajar para conseguirlos. Con esto podemos afirmar que solo la consecución de intereses individuales asegura la prosperidad de una nación. Quizás esto suene miserable, pero tan solo analicemos coherentemente nuestras vidas. Si nosotros dejásemos de satisfacer nuestras necesidades básicas (alimentación, bebida, vivienda, ropa, etc.) no lograríamos sobrevivir. Satisfacerlas implica perseguir nuestros intereses individuales, no los intereses de una masa, porque lo que está en juego es nuestra vida.

 

En el alegato con que Howard Roark (arquitecto protagonista de “El Manantial”, grandiosa obras de Ayn Rand publicada en 1943) se defendió de un juicio injusto, y que terminó siendo un discurso magistral por la libertad, podemos rescatar el siguiente mensaje: “Los creadores no son altruistas. Ese es todo el secreto de su poder. Son autosuficientes, auto inspirados, auto generados. Una causa primigenia, una fuente de energía, una fuerza vital, un primer motor original. El creador no atiende a nada ni a nadie. Vive para sí mismo. Y solamente viviendo para sí mismo, el creador ha sido capaz de realizar esas cosas que son la gloria de la humanidad. Tal es la naturaleza de la creación”.

Si en realidad nos importa el progreso de nuestra nación, tenemos que entender que los intereses individuales deben de estar por encima de los intereses colectivos.

Por: Fernando Vigil

Fernando Vigil
02 de octubre del 2015

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