Iguales ante la ley

A propósito de la designación de Daniel Díaz como máxima autoridad deportiva de Junín

Cuando una pareja de sordomudos se presentó ante el registrador civil de la Municipalidad de El Tambo, en Huancayo, éste, en lugar de ofrecerles sus buenos oficios, les negó lo que ambos discapacitados querían: casarse. Otra joven de 19 años que buscaba trabajo fue burlada por tener una cicatriz en un lado de la cara como consecuencia de un accidente. “Creen que soy ladrona”, dijo llorosa. Y hace poco, un niño estuvo a punto de perder el año escolar porque su aula no tenía espacio para sillas de ruedas. Si hablamos de inclusión, estamos lejos de ubicarnos plenamente en el contexto del primer mundo, donde nadie es apartado por razón política, social, económica, de credo, sexo y condición física. Casos como éstos son pan de cada día.

Niños discapacitados - otro sector vulnerable de la sociedad - son todavía escondidos por sus padres. Creen que son consecuencia inevitable del consumo de alcohol y drogas, enfermedades venéreas o brujería. La vergüenza de mostrar al hijo diferente hace que acaben ocultos y hasta amarrados.

Aún cuando - a duras penas - hay cambios, queda mucho trabajo por delante. Un promedio estadístico asegura que un 15% de la población es portadora de alguna discapacidad y necesita ser atendida por el Estado y sus instituciones, por colectivos ciudadanos y empresas que reconozcan que la legitimación de sus negocios y riquezas se sustenta en respuestas oportunas y eficaces a los problemas de la comunidad. No se puede exhibir alhajas en medio de pobredumbre y desesperación.

Leyes, normas y reglamentos no ayudan si la conciencia ciudadana se ocupa de otros menesteres diferentes a la solidaridad y la cooperación, la responsabilidad y el compromiso. La ordenanza que permite que ciertas personas puedan viajar sentadas en transporte público se cumple solo cuando otros pasajeros, a voz en cuello, exigen a jovenzuelos bien sentados que cambien de actitud.

Toda ley que no emerge de las entrañas de la población estará allí, esperando que una trampa no se ocupe de ella, esperando ser usada como sanción y no para despertar obligaciones con el prójimo y el entorno. Expresiones como “soy soltera y hago lo que quiero” no hacen otra cosa que envilecer el comportamiento de las masas, de hacerles creer que tienen derechos sin límites.

Hablar de cuotas y porcentajes laborales frente a tantos discapacitados es inoportuno. No basta un puesto de trabajo o una propina del Estado. La discriminación con la pareja de sordomudos, la joven con la cicatriz y el niño en silla de ruedas empieza en los colegios y hogares. El comportamiento cachaciento y burlón - característica del macho peruano - se transmite de padres a hijos. Cualquier política de inclusión social que no apunte a la vena del problema quedará allí, en conferencias de buenas intenciones, con gourmet y vinos finos, en hoteles lujosos a los que ni en imaginación acceden los excluidos.

El nombramiento de Daniel Díaz como presidente del Consejo Regional del Deporte en Junín evade la lógica de los comunes, despierta la mentalidad cuadriculada de quienes creen que sólo fortachones y portadores de oro en pecho pueden liderar el deporte. Es discapacitado y para él esa condición es bendición. En un mundo de insatisfacciones y ansiedades, aceptar una limitación física como acto divino dice mucho del nuevo jefe del deporte serrano y de las autoridades que lo escogieron.

Por: Manuel A. Gago Medina
16 - Mar - 2015