Manuel Erausquin

Humala y el liderazgo

Humala y el liderazgo
Manuel Erausquin
06 de agosto del 2014

El jefe de Estado en la guerra contra el desborde de la delincuencia

Los liderazgos auténticos se evidencian en los tiempos tempestuosos, cuando se exige sacrificios, pero se sabe que la solvencia moral y la fuerza emocional del líder generan confianza para afrontar y superar aquellos escollos. Así ha sido siempre y no va a ser de otra forma. Si el líder es débil las consecuencias serán nefastas: la luz al final del túnel solo será un espejismo. Y no habrá ningún cambio sustancial, solo un maquillaje barato para cubrir las apariencias. Eso es algo que el presidente Ollanta Humala debería pensar. Al menos si desea dar pasos determinantes en el desarrollo del país. Pasos que deberían estar dotados de convicción.

Porque no es suficiente con ejecutar un paquete de medidas económicas para insuflarle mayor vigor a las inversiones. Hay otros aspectos que no los maneja de manera efectiva y son urgentes. Pareciera que el tema de la institucionalidad es demasiado abstracto para él, que hasta ahora no existen propuestas bien direccionadas. Y esto es claro con la corrupción en los gobiernos regionales, casi todos ahogados por las corrientes mafiosas que han sabido aprovecharse de la inexistencia de un Estado fuerte.

Sin duda, no es un tema nuevo: es viejo y tiene muchas arrugas. Y eso es lo peor, porque desde que asumió la presidencia se sabía de este grave problema, pero solo se empecinó en mirar hacia otro lado. Y ojo, que el crecimiento de mafias en el norte y sur del país tiene el rostro del espanto. Trujillo, Chiclayo o Chimbote están invadidas de extorsionadores. Chincha tiene un destino similar. Cupos en el sector de la construcción empiezan a sembrar terror y no hay luz al final del túnel. Solo la oscuridad del hampa.

La seguridad es clave para apoyar todas las iniciativas económicas que persiguen el aliento de mayor inversión privada, pero urge la manifestación de un liderazgo político que afronte una batalla sin tregua contra el crimen organizado que empieza a socavar la seguridad del país. Es un tema que exige una reacción enérgica, pero no se percibe de momento. Quizás el gobierno no dispone de una claridad para enfrentar este problema, que eso también es una posibilidad. Sin embargo, hay especialistas, gente que estudia este tipo de problemas. Convocar a quienes saben sería un paso importante, sería un rasgo de liderazgo genuino.

El presidente Ollanta Humala tiene año y medio para enderezar los caminos torcidos. Es cierto que las medidas económicas son un trazo clave en lo que resta de su mandato. Pero es necesario una lucha organizada contra la delincuencia que hace rato ha copado puestos políticos para fortalecer sus apetitos. Muchos van con la esperanza de ser elegidos alcaldes o presidentes regionales en octubre. Se sabe que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) y la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) tienen en claro este peligro y viene trabajando con el Poder Judicial y la Procuraduría Antidrogas. Una señal de esperanza, pero es insuficiente. El presidente Ollanta Humala tiene que ser consciente de este problema. Salir al frente y ser quien encabece de forma decisiva esta lucha, algo que se exige de él. Esperemos que su liderazgo disponga de la fuerza y claridad para hacerlo. Todavía tiene algo de tiempo.

Por Manuel Eráusquin

Manuel Erausquin
06 de agosto del 2014

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