Manuel Gago

Hizo la tarea

Reflexiones en torno al discurso presidencial

Hizo la tarea
Manuel Gago
01 de agosto del 2017

Reflexiones en torno al discurso presidencial

Pedro Pablo Kuczynski apeló al sentimiento. Conmovió el minuto de silencio por las pérdidas humanas ocasionadas por los desastres naturales, y la presencia en el balcón presidencial de personas honorables que participaron rescatando y ayudando a los damnificados. Así también, que en el desfile militar su esposa se sentara junto a los niños del Puericultorio Pérez Araníbar. Los gestos valen en política.

Entregar a cada uno de los congresistas la memoria de su primer gobierno significa, de otro lado, el detalle que los exquisitos del país le reclaman al presidente. Que nos diga datos y cifras, ha dicho el defensor del pueblo; que lea ahora esos pormenores que estarán escritos en la memoria. Insistimos.

A la población le importa poco las minuciosidades de los números. En situaciones tan adversas, la gente necesita de arengas y euforias, les gustan los coachs alentando para tal o cual cosa. La población tiene que sentir del presidente sus ganas y motivos, quiere ver si tiene sangre en la cara y sus ojos, para saber que no le está mintiendo. Y los mensajes son para la inmensa mayoría y no para unos cuantos sesudos. Pedro Pablo hizo su tarea. Dentro de un año, o tal vez cuatro, sabremos si la tarea tuvo nota aprobatoria.

En provincias dicen que el mensaje fue para la gran Lima. Las patrias chicas, siempre ansiosas por lo suyo, se sintieron desilusionadas. No oyeron una sola línea sobre sus necesidades no resueltas. Su carretera, su puente o su aeropuerto no ocuparon el espacio que Pedro Pablo aprovechó para el optimismo y esperanza que —a su manera y con la sobriedad y serenidad que este año se imponían— debía mostrar ahora, luego de doce meses cargados de desastres y corrupción puestos en vitrina.

Las circunstancias y la realidad han hecho tropezar al presidente varias veces. Ha pedido disculpas por haber minimizado la magnitud de la situación. Y eso vale. La autosuficiencia ha sido su condena y, sobre todo, el poner oídos a sus consejeros extremistas.

Qué pena. Fuerza Popular repite la misma mezquindad pasada. Una mala señal no aplaudir al presidente de todos los peruanos en la solemnidad de una ceremonia que puede ser suya. No aprende la lección. Algún día podría ser gobierno y sus huesos y sus carnes necesitarán de ese abrigo humano.

Hoy, es el mañana del día siguiente. Las Fiestas Patrias y el primer año de Pedro Pablo pasaron. El orgullo nacional que se revive en la fecha vuelve al desván. La empatía contagiosa se diluye. Los zapatos ajenos del presidente no sentirán sus desconciertos y vacilaciones frente a un país lleno de problemas entrampados por la leguleyada que se regocija porque no hay quien la pueda quebrantar.

A Pedro Pablo y al Congreso les achacamos la poca valentía para reformular un Estado totalmente burocrático y hasta inoperante. Otra vez quedan postergadas las reformas que se pensó que un hombre con experiencia, conocimientos y entrado en años debía liderar. Ya sabemos. Por encima de cualquier hoja de vida llena de excelencias, están las ganas, los motivos y las fortalezas firmes de las personas.

El legado de Pedro Pablo —dice— será agua potable para todos. Dios lo oiga. Esa es la buena noticia para las provincias y para las segundas y terceras oportunidades que caracterizan a los electores perdonavidas y proclives al beneficio de la duda.

 

Manuel Gago

Manuel Gago
01 de agosto del 2017

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