Martin Santivañez

Hegemonía

Hegemonía
Martin Santivañez
12 de septiembre del 2016

Fuerza Popular debe organizar estratégicamente sus objetivos

La conquista del poder se alcanza a través de procesos lentos o mediante súbitas revoluciones. En sentido estricto, toda conquista del poder es un proceso lento, aunque se manifieste en una revolución. Fuerza Popular se encuentra desarrollando su larga marcha hacia el Ejecutivo y este proceso puede decantarse en un gobierno de cinco años o ser percibido, a nivel estratégico, como algo distinto en potencia: una hegemonía política que se acaba de iniciar.

Fuerza Popular se presenta, el día de hoy, como el partido más grande del Perú. Esta percepción, aún no racionalizada por la clase dirigente, tiene que transformarse en un uso del sentido común popular. Ha de promoverse constantemente en la población la conciencia partidista de un nuevo bloque mayoritario que forma parte del sistema político estable y que responde a las reglas de juego de la democracia representativa. La performance parlamentaria de Fuerza Popular no debe perder nunca este objetivo: el partido más grande del país actúa con visión de Estado, a largo plazo, porque aspira a regenerar la política peruana. Esta actuación, aunque política, ahora que se inicia un periodo hegemónico tiene que ganar autoridad (auctoritas) y prestigio institucional mediante la acción unificada de los 73 congresistas. La unidad en los objetivos genera prestigio y el prestigio consolidado da paso a la autoridad. La autoridad, no lo olvidemos, siempre conduce al poder.

La hegemonía de Fuerza Popular tiene que lidiar con tres esferas concretas: la educación, los medios de comunicación y los organismos autónomos de control político. Un partido político que entrega la educación inicial, primaria, secundaria y superior a sus rivales ideológicos está condenado al fracaso. La educación en manos de la izquierda y sus aliados tácticos, los liberales radicales, es una educación sesgada que pretende imponer su lectura sobre el proceso histórico, estableciendo una “memoria histórica” de izquierdas, contraria a la realidad, e inoculando la percepción disolvente por guerracivilista sobre una etapa que fue de abierto combate al terrorismo. Además, la educación bajo el control de las izquierdas y sus aliados los liberales radicales privilegia posturas antikeikistas, lo que influye directamente en las nuevas generaciones de peruanos. Por eso, es fundamental que las facultades legislativas no se extiendan, bajo ningún supuesto, al ámbito educativo. Lo mismo sucede con la esfera del Ministerio de la Cultura, hoy bajo el control del comunismo reciclado y en plena transición a un ministerio de propaganda.

Fuerza Popular tiene que desarrollar una estrategia política con respecto a los medios de comunicación, actores fundamentales del último proceso electoral. La alianza táctica entre la derecha empresarial (objetivamente, la traición de la derecha empresarial a la derecha popular) se plasmó en la unidad de propaganda contra FP desde medios controlados por la derecha empresarial y los voceros del comunismo subsidiado (La República et al). Fuerza Popular, si pretende consolidar la hegemonía, tiene que conjurar el peligro de esta alianza táctica mediante el Poder Legislativo (una ley de medios), mediante la construcción de un entendimiento mediático que pase por los empresarios (un pacto ético de imparcialidad) o desarrollando una estrategia de infiltración en los medios abiertamente dominados por el sector caviar.

Por último, frente a la tercera esfera, la de los organismos autónomos de control, Fuerza Popular debe aplicar una estrategia meritocrática de imparcialidad weberiana: ningún organismo independiente debe caer en manos de la izquierda. Garantizar la imparcialidad del control exigiendo la reducción de la carga ideológica es actuar preventivamente contra el copamiento de la estructura del Estado. Los funcionarios parcializados no deben acceder al más alto cargo de un organismo de control.

Si Fuerza Popular tiene que lidiar con estas tres esferas es porque puede apoyarse en tres columnas. La primera es la columna del pueblo cristiano. El cristianismo es un factor de unidad nacional. Políticamente, es el factor principal de unidad nacional. Quien aspire a la hegemonía política anclada en la hegemonía cultural, tiene que apoyarse en el pueblo cristiano y, por tanto, defender a la familia y proteger la vida, el primero de los derechos.

La segunda columna es el pueblo institucional; esto es, el pueblo que milita en las instituciones. La alianza funcional de Fuerza Popular (al igual que en el viejo corporativismo de la doctrina social de la Iglesia) con sectores concretos de las instituciones públicas y privadas es vital para un proceso hegemónico. Fuerza Popular tiene que ser el partido de los sectores, el movimiento político de las “familias” públicas y privadas. El partido que representa a la familia militar, a la familia policial, a la familia de los agricultores, a la familia de los mineros, a la familia de los transportistas, a la familia de los emprendedores de la pequeña y la mediana empresa, etc. Por último, Fuerza Popular tiene que levantarse sobre la columna de la juventud. No hay partido popular sin un comando juvenil, sin un movimiento juvenil que genere mística, asuma un compromiso y tenga fe en el futuro.

La hegemonía está fundada en la organización. Solo el poder organizado se puede defender. De allí la importancia de organizar estratégicamente los objetivos y las instancias de un partido político que busca liderar popularmente, consolidar la libertad y garantizar la unidad de los peruanos. Que busca, como todo movimiento regenerador, la grandeza de toda la patria sin renunciar a lo mejor de nuestra tradición.

 

Martín Santiváñez Vivanco

 
Martin Santivañez
12 de septiembre del 2016

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