Hugo Neira

Héctor. Aquiles sin Ilíada

Héctor. Aquiles sin Ilíada
Hugo Neira
02 de marzo del 2015

La izquierda prefirió a Humala que a Béjar; buscó su Sánchez Cerro cuando tenía su Mujica.

A Héctor Béjar, le ha hecho un excelente reportaje Carlos Cabanillas en el último Caretas, el que todavía cuelga en los quioscos. Béjar está en tratamiento con quimioterapia. Valiente como siempre, lo revela y enfrenta el reto. Del fondo del alma espero que se reponga. En el Perú, por lo visto, hay que estar grave para que la gente repare en el valor de algunos. De Héctor, Aquiles sin Ilíada

Guerrillero, velasquista, de izquierda, gran profesor, ¿eso es todo? ¿Sabe el amable lector quién es Béjar? Es Calixto, así lo conocía el Che Guevara. Obviamente un seudónimo. Es hora de saber que el Che no estuvo en Bolivia para hacer la revolución en ese país, eso es un disparate; el Che se disponía a llegar al Perú y liberar a Calixto de la prisión, y “encender la pradera”. Ese es Calixto, llamado Béjar. El mismo que dice hoy: “me han marginado”. 

Béjar hizo don de su vida cuatro veces. La primera, entró a lo más radical que encontró en ese país conformista y envilecido por la prosperidad de la dictadura de Odría. Al partido comunista. Era un don, un pequeño partido, las masas (que no eran tantas) y las urnas estaban con el aprismo. La suya fue también mi opción. En lo que me concierne, una noche Milagros Leiva me entrevista y me dice, con aire de reproche: «¿Cómo has podido ser comunista?» ¿Qué otra cosa se podía ser, entonces, Milagros? Si se quería ser honesto. Acaso aprista. Quien sabe tímido reformista. También mirar el techo y disimular el país infame que fue el de nuestra juventud. Béjar fue expulsado y yo, me fui, desilusionado. Nunca lo he contado. 

La segunda ofrenda fue la guerrilla. Un error, pero no se sabía, o poco, lo que anhelaban los verdaderamente pobres, los campesinos. Querían la tierra, no el poder. Y eso lo entendió Hugo Blanco. Y Saturnino Huillca. Otros olvidados. Ellos, con tomas de tierras, cambiaron el Perú sin todas las sangres, con un puñado de rebeldes que hablaban quechua. 

El tercer don de su persona es aceptar trabajar con Velasco. Pueden decir lo que quieran, no fue para enriquecernos, y Velasco es reconocido planetariamente. Cito en estas apretadas líneas a François Chevalier, de la Sorbonne. Al latifundismo «lo combaten tímidamente en los sesenta», pero «el régimen militar instaurado por un golpe de Estado (…) lo llevó a cabo en pocos meses: la liquidación de la antigua oligarquía, y con ello, del viejo Perú indo-criollo que nació en gran parte después de la Independencia. La reforma agraria, verdadero Blitzkrieg», guerra relámpago. 

Béjar, posteriormente, como Carlos Franco y Francisco Guerra García, fueron el CEDEP. Fraternos, sencillos y modestos, acaso en exceso. A Franco no se le ha terminado de entender. A Pancho, tampoco, honesto y estadista. ¿Qué hubieran podido ser? Todo. 

En cuanto a Béjar, ¿el último don? Libros, clases, viajes, militante en el altermundismo. Un Béjar informado de la sociedad peruana y del mundo. Naturalmente, le han llovido invitaciones al CADE. Nos caracteriza el respeto por los que piensan distinto, por favor. Hace unos años,  pasó Taibo II por Lima. Hace gigantescas biografías, una sobre Pancho Villa, lo digo porque en Lima casi no se lee. Quería escribir sobre Béjar. Claro, Taibo II es español y mexicano. Afuera sí les parece un Aquiles. Se fue desanimado, los peruanos tenían otros héroes, Chollywood. Y una tarde, en una asamblea de lo que queda de la izquierda, prefirieron a Humala que a Béjar. Para la historia. Se buscaron su Sánchez Cerro cuando tenían su Mujica.

Por Hugo  Neira 

02 - Mar - 2015  

Hugo Neira
02 de marzo del 2015

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