Luis Hernández Patiño

Hagamos política

Vayamos más allá de la crítica a los irresponsables

Hagamos política
Luis Hernández Patiño
09 de marzo del 2018

 

Luego del indulto al ex presidente Fujimori, parecería que estuviéramos ante la conformación de un neo oficialismo, a juzgar por la actitud de los congresistas ahora separados de Fuerza Popular, quienes le dan su apoyo al Gobierno. Estos congresistas vendrían a ser los neo oficialistas, que remplazarían a los que alguna vez dejaron el partido de PPK. ¡Todo un cambalache! Ello es lo que se ve a nivel de la dermis de nuestra realidad, pero tengamos muy en cuenta que ese cambalache no es sino uno de los síntomas de un mal que tiene postrada a nuestra nación.

En mi opinión, el Perú sufre las consecuencias de lo que yo llamaría un síndrome de inmuno deficiencia moral. Un síndrome que está enraizado en los más profundos niveles de las estructuras de nuestro organismo estatal y de nuestra organización social. De ahí lo complicadas y enviciadas que están las relaciones que contraemos, como miembros de una sociedad que carece de salud en todo sentido.

En el terreno político, cabe la pregunta de por qué no hay partidos sólidos. Y la respuesta es porque justamente el síndrome antes mencionado impide la solidificación de esos partidos. Por el contrario, lo que ese síndrome fomenta es la descomposición grupal, ya que al no contar con una inmunidad moral eficiente, los organismos partidarios son presa fácil de los parásitos que no encuentran ninguna resistencia cuando ingresan a su interior para infectarlos y destruirlos.

Ahora bien, eso mismo que ocurre en los partidos también estaría sucediendo en la organización estatal. En efecto, nuestro Estado no cuenta con una inmunidad moral eficiente, que le permita librarse y librar a nuestra sociedad de males como el de la llamada informalidad. Esa informalidad, que no es otra cosa más que la inmoralidad, se ha hecho patológica entre nosotros. Y yo diría que nuestras relaciones sociales, económicas, y nuestras relaciones políticas, podrían ser tipificadas como formalmente informales.

Nuestro país presenta un cuadro de salud que es realmente de preocupar; un cuadro, frente al cual no basta con decir y repetir que el Perú es más grande que sus problemas. No, porque no son solamente problemas los que tenemos. A menos que quisiéramos tapar el sol con un dedo, debemos reconocer que nos aquejan males muy serios. Como aquel síndrome de inmunodeficiencia moral que ya antes me he permitido señalar.

Ante aquello, tenemos que ser capaces de reaccionar como comunidad, empezando por admitir nuestra responsabilidad por inacción. Por ejemplo, muchos de nosotros dejamos la actividad política en manos de otros. “No, yo ni me meto en eso”. Entonces, esos otros, cada vez que hay elecciones, nos dicen que van a solucionar nuestros problemas, pero en realidad no hacen otra cosa más que aprovecharse para solucionar los suyos. En pocas palabras, lo que quiero decir es que nosotros (me refiero a la sociedad en forma amplia) le regalamos bien fácil la cancha a unos pocos. Se la regalamos a unos pocos que se van remplazando, se van turnando, se van reacomodando aquí y allá, y llegan a creer muy seriamente que nosotros somos sus sirvientes, cuando ellos son nuestros empleados públicos.

Nuestra presencia y entrada en acción en el terreno político resultan indispensables en momentos como estos, en los que urge renovar a los cuadros dirigentes de la nación, pero eso demanda una gran madurez de nuestra parte. Aquí no se trata de juntarse con unos cuantos amigos para agarrarse de las manitos y hacer una ronda, cantando: «Juguemos al partido, mientras que el lobo está». No. De lo que se trata es de repotenciar a los partidos ya constituidos, porque no en vano estos ya han tenido una vida institucional y podrían recibir algún tipo de tratamiento formativo.

¿Qué debemos hacer los peruanos como comunidad? En primer lugar, hay algo que debemos tener muy en claro, y es que —como en cualquier otro terreno— en el campo político nadie nos va a hacer el favor de sustituirnos en la elaboración de la tarea que a cada uno de nosotros nos toca, en forma natural, como autores y protagonistas irremplazables de nuestro desarrollo y realización, tanto personal como colectiva. Entendamos que el logro del bien común, sin nuestra participación en la política, no llegará más allá de ser una simple utopía, porque lo auténticamente común del bien descansa y se sustenta en nuestra activa intervención para su logro.

Luego, es necesario formar y preparar a nuevos cuadros de ejecutores, para que operen en los asuntos y las materias concretas que se relacionan con la gestión pública. Yo entiendo que no se trata de improvisar soluciones frente a la situación en la que estamos, porque la improvisación en la política implica una falta muy grave en contra de la dignidad de la persona humana, la cual es el fin supremo de la sociedad y el estado.

El Perú, con sus males y necesidades, nos plantea una tarea muy complicada en las diversas esferas de nuestra vida nacional. Una tarea, en la que ninguno de nosotros está demás; una tarea, en la que cada uno tiene algo que aportar por insignificante que el aporte parezca.

Vayamos más allá de la crítica a los irresponsables. Si estamos conscientes de la necesidad de hacerle el pare al cambalache político que hoy vemos, asumamos nosotros la responsabilidad de la hora presente.

 

Luis Hernández Patiño
09 de marzo del 2018

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