Guillermo Vidalón

¿Hacia dónde vamos?

¿Hacia dónde vamos?
Guillermo Vidalón
01 de julio del 2015

A más “estado benefactor” mayores los índices de pobreza y extrema pobreza.

El Perú inició su verdadera gran transformación cuando decidió confiar en que las múltiples actividades económicas de sus ciudadanos resultarían mucho más eficientes que aquellas que emprendiera el Estado, y así ocurrió. La inflación descendió progresivamente y la colaboración silenciosa de millones de peruanos pacíficos, unidos a los miembros de sus Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, logró derrotar las opciones violentistas.

Desde entonces, la ciudadana tomó conciencia de que la inflación es el impuesto ciego que afecta principalmente a los más pobres, por eso la importancia de mantener los indicadores macroeconómicos en azul. No obstante los resultados positivos del cambio de rumbo, siempre hubo quienes cuestionaron la decisión de confiar en la ciudadanía porque los privados tendrían intereses “egoístas” frente a los “altruistas” del Estado. Claro, siempre ocultan que al final será quien acceda al poder el que determinará donde ejercer el altruismo estatal.

¿Por qué no confiar en la propuesta estatista? Porque promueve la dependencia y la sujeción de los ciudadanos en favor de quien ejerce el poder en la administración pública y, a cambio, les otorgan ciertas  dádivas por un compromiso efímero de respaldo a la autoridad de turno.

Además, la experiencia histórica ha demostrado que, a más “altruismo del Estado Benefactor”, mayores han sido los índices de pobreza y pobreza extrema, perjudicando inclusive la presencia efectiva del Estado donde se le requiere; por ejemplo, reforzando la administración de justicia y la seguridad ciudadana.

Pareciera que los “altruistas” no se quieren percatar que tras su afán de capturar el poder están arrasando con toda oportunidad de generación de empleo digno al oponerse al desarrollo de todo proyecto de inversión de gran envergadura, más allá del sector económico en el cual se piense ejecutar.

Asimismo, el país requiere elevar sus niveles de productividad para generar los recursos que el Estado requiere. Sin mayor inversión, pública o privada, no se podrá acabar con los enormes déficits de infraestructura. Por consiguiente, oponerse a todo proyecto de inversión resulta un juego político ciertamente riesgoso que los “altruistas” deberían analizar con mayor detenimiento. El crecimiento económico se desacelera porque le falta el combustible que representa la inversión y el detonante para elevar los niveles de inversión se denomina confianza.

Los “altruistas” parecen no percatarse que tras ellos se encuentran agazapados quienes desean que el Estado haga crisis para volver a intentar su captura y trastocar todo aquello que se ha conseguido con gran sacrificio. ¿Alguien considera que es inocente la presencia en toda de protesta de grupos que en el pasado participaron de acciones de violencia y que no han demostrado ni arrepentimiento ni abdicado a sus convicciones ideológicas?

Tan pronto y ya hemos olvidado que atemorizaron a la población detonando coches bomba, dinamitando torres de alta tensión, atentando contra la propiedad pública y privada, atemorizando a la población y destruyendo la propiedad pública y privada.

El mejor homenaje que se puede rendir a todas las víctimas de la violencia es comprometernos a no guardar silencio frente a quienes persisten en un accionar político que siempre estará presente en el extremo de la legalidad, porque son conscientes que no podrán alcanzar su cometido mediante el ejercicio pleno de la democracia.

Por: Guillermo Vidalón del Pino

01 – Jul – 2015

Guillermo Vidalón
01 de julio del 2015

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