Javier Agreda

Había unas 500 veces

Había unas 500 veces
Javier Agreda
03 de abril del 2015

Crítica a la más reciente novela del escritor nacional Alonso Cueto, “La Pasajera”.                  

Alonso Cueto (Lima, 1954) es uno de los escritores peruanos más conocidos y respetados, especialmente por su extensa obra narrativa, que abarca más de tres décadas (su primer libro, La batalla del pasado, se publicó originalmente en 1983) y una quincena de títulos, entre novelas y libros de cuentos. Además es un autor atento a la problemática del país y uno de los primeros que abordó en su obra -desde los años noventa- la violencia política de las décadas pasadas. Su novela La hora azul, ganadora del Premio Herralde 2005, es uno de los libros emblemáticos sobre esa temática.

A pesar de todo ello, se suele criticar diversos aspectos de la narrativa de Cueto: la tendencia exagerada al melodrama, la representación demasiado simplista y esquemática de todo lo relativo a la cultura popular, y su a veces descuidado manejo del lenguaje. Todo ello parece reunirse y magnificarse en su más reciente novela, La pasajera (Seix Barral, 2015). Aquí solo queremos centrarnos en lo último, pues la novela tiene páginas completas en las que las repeticiones y errores resultan evidentes. Como ejemplo, citamos un par de párrafos consecutivos del segundo capítulo.

“Ese hombre se había afeitado el bigote, había engordado, no tenía puesto el uniforme. Pero su voz era la misma. Esa mañana no había prestado atención al chofer del taxi. Tampoco al tipo que había entrado a la peluquería. Solo cuando él se había puesto de pie, cuando había dicho esas palabras”.

“Había vuelto a sentir su aliento, el terror de su voz, tan cercana ahora entre las paredes del dular donde ella vivía. La voz que había dado las órdenes, que había dispuesto a todos esa tarde. La misma voz áspera que había estado afuera de la covacha, que le había dicho antes que si eso pasaba, ella podría ver otra vez a sus padres. Ese era el que estaba allí. Acababa de hablarle. Había estado de pie, en ese mismo lugar. Ella había tomado su taxi, le había pagado. Él había estado frente a ella…”. Un total de quince “había” en menos de una página.

Publicada una foto de este fragmento en las redes sociales, se inició una pequeña polémica al respecto. Tres poetas respondieron que al menos en el segundo de esos párrafos se nota una “intención de aliteración” de parte del autor. Otros escritores y críticos señalaron que de tratarse de una aliteración sería una “muy pobre”, pues estaría basada en una sola conjugación de un verbo auxiliar; un recurso tan fácil y obvio como las rimas en infinitivo. Pero además, si se lee con detenimiento, hay varios errores gramaticales y narrativos, generados por la presencia recurrente del “había”.

Como se sabe, el pretérito pluscuamperfecto (“yo había llegado, tú habías llegado, él había llegado”…) es solo una de las diversas conjugaciones en pasado correspondientes al modo indicativo. Otras formas son: el pretérito indefinido (“yo llegué”), el pretérito imperfecto (“yo llegaba”), el pretérito perfecto (“yo he llegado”) y el pretérito anterior (“yo hube llegado”). Cada una de estas formas tiene una función específica, por lo que no resultan intercambiables entre sí. Un buen ejercicio “literario” consistiría en reemplazar algunos de los “había” de esos párrafos por la conjugación que en realidad corresponde en cada caso.

Por Javier Ágreda
02  - Abr - 2015

Javier Agreda
03 de abril del 2015

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