Dante Bobadilla

Guerra tribal

Guerra tribal
Dante Bobadilla
19 de mayo del 2016

Antifujimorismo irracional y compulsivo

El Perú no ha superado aún la fase tribal de salvajes que se matan entre sí porque unos se apellidan A y otros B, incapaces de dialogar o intercambiar ideas en aras del entendimiento. Al contrario, acá todos tratan de eliminarse entre sí. Es preocupante porque tenemos varios problemas a cuestas, y no vamos a poder resolverlos debido a que la solución pasa, necesariamente, por el diálogo y el consenso. Así que mientras sigamos matándonos entre nosotros, en lugar de discutir soluciones, lo más probable es que acabemos en la extinción a manos del hampa y el narcotráfico, como ocurrió antes frente al terrorismo.

El escenario político sigue envilecido por esa funesta enfermedad mental del antifujimorismo, que ha infectado los cerebros de muchos, al punto que son incapaces de ver el presente y la realidad. Todos los ataques al fujimorismo se dirigen no a sus ideas y propuestas actuales sino a lo que fueron en el pasado; es decir, los atacan por el mero hecho de ser fujimorismo. Algo francamente ridículo y que solo se explica por el odio insano. En política se pueden descartar eventualmente sectores reconocidos por su posición con respecto a ciertos temas, pero de allí a emprender cruzadas de exterminio contra toda una agrupación solo por su apellido hay un gran trecho, que solo recorre alguien afectado por males psicológicos. Y lo que acá tenemos es una fatwa dictaminada por el progresismo ilustrado en contra del fujimorismo en cualquier versión. La consigna es eliminar al fujimorismo del escenario político bajo cualquier método. Es una especie de terrorismo blanco emprendido, una vez más, por las mejores familias de la sociedad e intelectuales inéditos que no toleran que los cholos se sienten en la mesa.

Es tragicómico ver a toda esa cucufatería progresista encabezando campañas de moral sustentadas en mentiras, calumnias y psicosociales. A quince años de la caída de Alberto Fujimori, luego de cuatro gobiernos democráticos y tras varias comisiones investigadoras del Congreso y la Fiscalía, no han podido acusar a Keiko Fujimori de nada. Pero eso no les impide a los guardianes de la moral seguir embarrando a Keiko con su guerra sucia y desprestigiándola por todos los medios, así sea cayendo a los niveles más bajos. Todo vale para ellos, como en los viejos tiempos del terrorismo.

Acabamos de ver este domingo un burdo reportaje alrededor de la nada, siguiendo al pie de la letra el manual nazi del psicosocial, que mostraba a un personaje extraído del lumpen, contratado para que repita un libreto calumnioso frente a cámaras. Luego, un “reconocido periodista ganador del Pulitzer” se encarga de montar la escenografía para darle credibilidad a las delirantes declaraciones del tipejo: “Me dijo que la China le había dado quince millones para lavarlos”. Ja, ja, ja... perdonen, pero es que no aguanto la risa. Hay que ser estúpido para creerse ese cuento. El objetivo del montaje es simplemente perjudicar a Keiko a quince días de las elecciones. No tienen ni una pizca de moral. Ya toda su farsa ha terminado desvirtuada; pero no importa: el daño está hecho. ¿Quién pagó todo eso? Porque gratis no es.

Para colmo, ni siquiera el esperado debate técnico logró superar el canibalismo tribal. En lugar de discutir ideas y propuestas, los expositores caían penosamente en irritantes ataques personales y relamidas remembranzas de los años noventa. El debate técnico acabó casi convertido en un reality show, donde solo les faltó agarrarse de los pelos. Si ese es el nivel de los técnicos, ¿qué se puede esperar de los demás? Lo cierto es que hoy casi todos los actores mediáticos no superan el nivel de simples trolls. Cada vez que abren la boca sueltan una calumnia, un prejuicio o un cliché, recurriendo a conocidos y cansados lugares comunes. Ya nadie piensa.

Más allá de estos dimes y diretes, que no pasan de ser pleitos de callejón, me preocupa el país. Somos incapaces de superar la fase de canibalismo tribal y superar el odio cainita de un antifujimorismo irracional y compulsivo. Hay sectores que quieren llevar al país a una guerra civil para evitar el triunfo de Keiko, haciendo para ello una campaña sin sentido. Nunca había visto tanto odio barato, tanta animadversión infantil y, en especial, tanta ignorancia respecto de la verdadera historia del país. Esperemos que los votos logren ponernos, como país, por encima de esos enconos.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
19 de mayo del 2016

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